Hoy, como ya ha ocurrido en dos ocasiones, traigo a mi blog el trabajo de un amigo. En esta ocasión, el texto es de Pedro Pablo Domínguez Prieto, un buen amigo y un serio profesional de la seguridad. Pedro es Diplomado en Criminología por la Universidad de Salamanca, si bien, está apunto de acabar la Licenciatura.
Pedro, posee una visión muy amplia de la seguridad, además de ser criminólogo comprometido, -nunca deja de avanzar en sus conocimientos- ejerce como Detective Privado y es también Director de Seguridad. Pasó varios años en las Fuerzas Armadas españolas, repartiendo su periodo militar entre unidades de Operaciones Especiales y unidades de Poli
cía Militar del Ejército de Tierra. En el terreno de la seguridad privada, no solo “toca” las funciones y competencias propias del Detective Privado, pues ejerce de ello, sino que, durante algunos años, ha trabajado como Escolta Privado en el norte de España durante etapas nada fáciles.
También ejerce como profesor en diversos centros de formación de seguridad privada, para lo cual posee las oportunas acreditaciones emitidas por la Dirección General de la Policía.
Pedro, a lo largo de los últimos años, ha realizado varios trabajos documentales relativos a enfrentamientos armados, balística y tiro defensivo, para lo cual, ha leído y estudiado las obras de los más prestigiosos instructores nacionales y norteamericanos. Este profesional es muy completo, además de dedicar tiempo al estudio y al análisis, entrena ejercicios de tiro reactivo-defensivo con arma corta, aunque también es un “amante” del tiro con arma larga a distancias medias y largas.
En fin, fruto de esos trabajos, nace el texto que hoy, con sumo placer, “cuelgo” en mi blog. El artículo, con enorme técnica narrativa, versa sobre un caso real acaecido en 1977 en los EE.UU. El Caso Steve Chaney, así se llama el artículo, cuenta algo que, pese a los treinta y tantos años transcurridos, siempre debe ser tenido en cuenta. Las conclusiones finales, a las que llega Pedro, y a las que usted, como lector, llegará, son las mismas a las que yo, el “titular” y administrador del Blog, siempre llego en mis artículos, y en cuya dirección siempre postulo.
Seguro que lo que va a leer le va a encantar, y le va a atrapar. Puede que no descubra nada nuevo al final del texto, pues como digo, muchos somos los que “apuntamos” en nuestras enseñanzas en esa misma dirección, pero puede que esto, aún siendo por usted conocido, afiance aún más ciertas teorías. Espero que disfrute.
Ernesto Pérez Vera
CASO STEVE CHANEY
La documentación acerca de este enfrentamiento se ha obtenido de la obra “Ayoob the files” de Massad Ayoob. Se trata de un buen (y trágico) ejemplo de lo que ocurre cuando el delincuente está bajo el efecto de las drogas, y los sucesivos disparos (10), son incapaces de detenerlo.
El 1 de agosto de 1977, en Los Ángeles, California, una patrulla formada por una policía en prácticas, Linda Alsobrook Lawrence y su Supervisor, el oficial Steve Chaney, comenzaban su rutina diaria en el distrito de Baton Rouge. Ambos agentes pertenecían al LAPD.
La primera llamada del día se refería a un posible intruso en los apartamentos de Broadmoor Plantation. Debían aparcar 5 calles más abajo y caminar hasta el lugar en que les esperaba la denunciante. Al llegar al apartamento, lo encontraron abierto. La cerradura estaba en buen estado, únicamente algunos arañazos en el pomo. Chaney estaba acostumbrado a entrar en casas en las que sus dueños sospechaban que habían entrado delincuentes.
No encontraron nada en las primeras habitaciones, hasta llegar a un dormitorio con la puerta cerrada. Chaney quitó el seguro de la funda del revolver y se preparó para entrar. Propinó una patada a la puerta y se encontró de frente a un individuo. Lo que no sabía era que se trataba de John James Mullery, de 42 años, y fichado múltiples veces por asalto, secuestro y agresiones sexuales. Chaney asumió que se encontraba ante un ladrón vulgar.
Se equivocaba. Mullery era el novio de la dueña del piso, y la estaba esperando para asesinarla. Además, para “prepararse” había consumido gran cantidad de cocaína, así como otras sustancias. Esto tendría una gran influencia en lo que sucedería después. Además, medía casi 2 metros y pesaba unos 100 kilos.

Mullery se lanzó sobre Chaney, intentando agarrarle, pero éste consiguió esquivarlo y mantenerse a distancia. Mullery comenzó a gritar como un histérico: ¡dispárame! ¡Acaba de una vez! ¡Dispárame!
“No estamos aquí para dispararle a nadie”, replicó el veterano agente, explicándole que únicamente iban a solucionar las cosas. La ira de Mullery desapareció como había surgido, y el policía pensó que las cosas iban por buen camino. Aseguró el revolver en la funda.
Pero de repente, con la rapidez de un relámpago, Mullery se lanzó sobre la cadera derecha del agente y agarró el revólver por la empuñadura. Chaney no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y el arma ya estaba en la mano del agresor. Instintivamente, Chaney agarró el arma por el cilindro.
La lucha había comenzado con Mullery controlando la empuñadura y el disparador, y tratando de levantar el cañón hacia el policía, y Chaney atrapando el tambor para impedir que girara y pudiese disparar. Los dos policías habían hablado con anterioridad de la posibilidad de que se produjera esta situación, y habían convenido que ella se mantuviera atrás, y si Chaney no ganaba el control del arma, disparase sobre el sospechoso.
Así que Linda Lawrence, de 30 años, desenfundó el revólver de 4 pulgadas y apuntó al delincuente. Viendo que no iba a poder retener el arma, Chaney le gritó que disparara. La novata agente Steve levantó las manos quedando el brazo de Mullery delante de él, cuando Linda abrió fuego. El proyectil calibre .38 Special de punta semiblindada atravesó el antebrazo, arrancando prácticamente todos los músculos del mismo y salpicando a Chaney con “carne picada” y sangre.
Pero el simple dolor no siempre vence al efecto de los estupefacientes. La presión de la mano de Mullery no se aligeró ni un gramo. Peor aún, la sangre de la herida se estaba deslizando entre la mano de Chaney y el revólver, y finalmente el tambor giró, permitiendo a Mullery disparar 2 cartuchos. Chaney consiguió mantener el cañón lejos de su cuerpo, acabando los proyectiles en una pared cercana.

Agarrando el cañón con la mano izquierda, aplicó una “palanca” y consiguió arrebatar el arma al delincuente. Retrocedió un paso y adoptando una posición a 2 manos, disparó 2 proyectiles hacia el pecho del gigante, pero sin lograr efecto alguno.
En su lugar, se giró hacia Linda, golpeando con un revés de su mano el revólver de la agente. En lo que Chaney describió como un abrir y cerrar de ojos, Mullery se lanzó sobre la chica, le arrebató el revólver y disparó directamente al centro de su torso.
Chaney no podía disparar sin alcanzar a su compañera, así que se lanzó sobre el agresor. Una vez más, se encontraban en el cuerpo a cuerpo. Cada uno atrapó el arma del otro, tratando a la vez de acercar el cañón propio al cuerpo del contrario, y a la vez apartar el arma del adversario. El oficial insertó el dedo meñique detrás del disparador del arma de Mullery, bloqueando así el arma e impidiendo que se produjera el disparo. Mullery tenía una fuerza sobrehumana, pero el policía poseía la técnica.
Finalmente, logró arrebatar los dos revólveres de las manos del asesino, e hizo algo que puede parecer extraño, pero que se ha dado con relativa frecuencia en enfrentamientos armados: una técnica llamada “desdentar a la serpiente”, y que consiste en vaciar un arma cuando vemos que nos la van a quitar, y así evitar que la puedan emplear contra nosotros.
De esta forma, Chaney disparó ambas armas hacia el suelo, dejando solo 1 cartucho en uno de los revólveres. Mientras tanto, Mullery le golpeaba en la espalda y la cabeza. Con la mano izquierda, trató de lanzar el revólver vacío por una ventana, pero un golpe de Mullery desvió su brazo y el arma rebotó en la pared, cayendo en el suelo de la habitación.
Al levantar el brazo para protegerse, la mano de Chaney quedó cerca de la cara de M
ullery, que le mordió en un dedo. Bajo el efecto de las endorfinas, el policía no sintió el dolor, y en cambio aprovechó para pasar el revólver bajo la axila y pegar el cañón al torso de Mullery.
Alguien le había dicho que los proyectiles tienen un mayor poder de parada si impactan en hueso. Así que, dedujo que el agresor no había caído tras 2 impactos en el torso, porque no había tocado ningún hueso. De modo que presionó el cañón contra el costado del monstruo y buscó hasta encontrar una costilla, y disparó.
Mullery abrió la boca y gritó: ¡Ooooh, me diste bien esta vez!
Y entonces levantó en peso al agente y lo lanzó al otro lado de la habitación. Chaney cayó a unos 4 metros, chocando contra un mueble. Mullery había recibido ahora 4 impactos, 3 de ellos potencialmente fatales. Pero seguía en pie.
Como ocurre en muchos tiroteos, el agente había perdido la cuenta de los disparos efectuados. Con un gran esfuerzo, Chaney se levantó, adoptó una posición de tiro a dos manos, y apretó el gatillo. El arma hizo “clic”, el peor ruido que puedes oír en esa situación. Chaney apretó el gatillo del arma descargada varias veces, hasta que aceptó la terrible realidad.
Ahora había que intentar cualquier medida desesperada: el policía se lanzó sobre Mullery y comenzó a golpearle en la cabeza con el arma. Lo hizo varias veces, sin efecto. Únicamente quedaba una opción: intentar recargar.
Mullery continuaba avanzando por la habitación. Chaney se dirigió a una esquina y le dio la espalda, protegiendo el arma mientras trataba de introducir cartuchos en el cilindro del revólver.
En aquella época, e
l departamento de policía no entregaba como parte del equipo cargadores rápidos de revólver. Afortunadamente, Chaney había comprado uno, de su “bolsillo”, lo que agilizó el proceso de recarga del revólver.
Pero aquella no era una recarga como las realizadas en el campo de tiro, esta era una situación de emergencia real, por ello, no pudo evitarse la pérdida de habilidad digital y cognitiva. Mullery había conseguido una barra de hierro y le golpeaba con todas sus fuerzas en la espalda, causándole un dolor terrible.
Tras cerrar el cilindro, Chaney pasó el cañón del arma bajo la axila y disparó aún dand
o la espalda a su agresor -ésta técnica es entrenada por algunos Instructores españoles- viendo como el proyectil penetraba en el plexo solar del homicida, que retrocedió. Chaney se giró hacia él, lo cogió del pelo con la mano izquierda y levantó su cabeza, disparando un cartucho, aparentemente, a través de su cráneo. Al mirar hacia abajo, podía ver un enorme agujero en el cuero cabelludo.
Parecía que todo había acabado. Chaney se alejó hacia el otro lado de la habitación, y trató de respirar. Miró de reojo al hombre que había intentado matarle, y vio, con horror, que Mullery se estaba levantando de nuevo.
Sobreponiéndose al shock, Chaney apuntó con el revólver y disparó 2 veces más haci
a el pecho, no consiguiendo efecto alguno. Otro disparo, fue efectuado hacia el abdomen, también sin efecto. Sólo quedaba un cartucho en el arma. Apuntó a la cintura y disparó, esta vez, “rompió” la pelvis. Mullery cayó finalmente.
Steve recargó con su último speed loador -cargador rápido de revólver- y se dirigió hacia su compañera, comprobando que yacía muerta. El proyectil la había alcanzado cerca del corazón. Mullery aún tardó unos segundos en morir, pero consiguió arrastrarse por el suelo en dirección hacia la puerta. Finalmente, la pérdida masiva de sangre le venció.
El gigante había recibido 10 impactos de calibre .38 Special semiblindado de 125 grains de peso:
Nº 1: antebrazo cerca de muñeca.
Nº 2 y nº 3: pecho.
Nº 4: lado izquierdo del tórax, distancia de contacto.
Nº 5: centro del pecho, cerca del diafragma, distancia de contacto.
Nº 6: parte superior de la cabeza, distancia de contacto.
Nº 7 y nº 8: pecho.
Nº 9: abdomen.
Nº 10: cadera derecha.
Las conclusiones del enfrentamiento, básicamente, son cuatro:
1º- A pesar de recibir 10 impactos, ninguno de ellos alcanzó órganos vitales. El impacto en la cabeza, debido al ángulo en que fue efectuado, no llegó a penetrar en la bóveda craneal, por lo que no fue efectivo. El resto de los proyectiles no alcanzó ni la médula espinal ni el corazón. El impacto más importante, en este caso, es el que alcanza la cadera, que compromete su movilidad. Algunos instructores como Fayrbain y S.P. Wenger aconsejan apuntar a la cadera como blanco primario, ya que impedirá al agresor avanzar hacia nosotros (esto es más importante en el caso de que nos ataquen con un arma blanca)
El impacto nº 4, lejos de producir un daño mayor por el hecho de alcanzar un hueso, produjo el efecto contrario: el hueso de la costilla actuó como un escudo ante el fogonazo del disparo, que a esa distancia habría causado una gran herida estrellada.
2º- Este caso es un ejemplo de adversario al que no afectan causas psicológicas. Múltiples impactos, con destrozo de tejidos, no causaron efectos aparentes. Únicamente al alcanzar un punto concreto de su anatomía se produjo la incapacitación. Hemos de tener en cuenta la posibilidad de enfrentarnos a individuos drogados, excitados o enajenados que se comporten como Mullery.
3º- La munición empleada, semiblindada de 125 grains de peso, era, en esa época, una munición típica de uso en seguridad, considerada, por muchos, como de buena capacidad de transferencia de la energía en el instante del impacto.
Ninguna munición es fiable al 100 por 100, a no ser que alcancemos puntos concretos del organismo. Como hemos visto en este ejemplo, cuando se “tocan” zonas concretas del organismo, es cuando se consig
ue el objetivo, detener la acción hostil.
Es más, algunos autores, como el prestigioso Ayoob, afirman que un calibre más potente, como el .357 Magnum, .40 Smith and Wesson o el 10 mm Auto, hubieran penetrado en el cráneo en la herida nº 6 en vez de ser desviada por la bóveda craneal, o hubieran causado un mayor efecto en las heridas nº4 y nº 5.
4º- Linda, -la agente en prácticas que falleció- de haber llevado puesto un chaleco de protección balística, se hubiera, seguramente, salvado. En esa época, ni tan siquiera en los EE.UU era habitual el uso de chaleco balístico. En ese país, a día de hoy, es impensable salir de servicio sin él, y por suerte, quien sabe si por desgracia, también en España se están, cada día más, imponiendo tanto a nivel oficial como a nivel privado.■
Gracias Pedro
Veritas Vincit
Pedro, posee una visión muy amplia de la seguridad, además de ser criminólogo comprometido, -nunca deja de avanzar en sus conocimientos- ejerce como Detective Privado y es también Director de Seguridad. Pasó varios años en las Fuerzas Armadas españolas, repartiendo su periodo militar entre unidades de Operaciones Especiales y unidades de Poli

También ejerce como profesor en diversos centros de formación de seguridad privada, para lo cual posee las oportunas acreditaciones emitidas por la Dirección General de la Policía.
Pedro, a lo largo de los últimos años, ha realizado varios trabajos documentales relativos a enfrentamientos armados, balística y tiro defensivo, para lo cual, ha leído y estudiado las obras de los más prestigiosos instructores nacionales y norteamericanos. Este profesional es muy completo, además de dedicar tiempo al estudio y al análisis, entrena ejercicios de tiro reactivo-defensivo con arma corta, aunque también es un “amante” del tiro con arma larga a distancias medias y largas.
En fin, fruto de esos trabajos, nace el texto que hoy, con sumo placer, “cuelgo” en mi blog. El artículo, con enorme técnica narrativa, versa sobre un caso real acaecido en 1977 en los EE.UU. El Caso Steve Chaney, así se llama el artículo, cuenta algo que, pese a los treinta y tantos años transcurridos, siempre debe ser tenido en cuenta. Las conclusiones finales, a las que llega Pedro, y a las que usted, como lector, llegará, son las mismas a las que yo, el “titular” y administrador del Blog, siempre llego en mis artículos, y en cuya dirección siempre postulo.
Seguro que lo que va a leer le va a encantar, y le va a atrapar. Puede que no descubra nada nuevo al final del texto, pues como digo, muchos somos los que “apuntamos” en nuestras enseñanzas en esa misma dirección, pero puede que esto, aún siendo por usted conocido, afiance aún más ciertas teorías. Espero que disfrute.
Ernesto Pérez Vera
CASO STEVE CHANEY
La documentación acerca de este enfrentamiento se ha obtenido de la obra “Ayoob the files” de Massad Ayoob. Se trata de un buen (y trágico) ejemplo de lo que ocurre cuando el delincuente está bajo el efecto de las drogas, y los sucesivos disparos (10), son incapaces de detenerlo.
El 1 de agosto de 1977, en Los Ángeles, California, una patrulla formada por una policía en prácticas, Linda Alsobrook Lawrence y su Supervisor, el oficial Steve Chaney, comenzaban su rutina diaria en el distrito de Baton Rouge. Ambos agentes pertenecían al LAPD.
La primera llamada del día se refería a un posible intruso en los apartamentos de Broadmoor Plantation. Debían aparcar 5 calles más abajo y caminar hasta el lugar en que les esperaba la denunciante. Al llegar al apartamento, lo encontraron abierto. La cerradura estaba en buen estado, únicamente algunos arañazos en el pomo. Chaney estaba acostumbrado a entrar en casas en las que sus dueños sospechaban que habían entrado delincuentes.
No encontraron nada en las primeras habitaciones, hasta llegar a un dormitorio con la puerta cerrada. Chaney quitó el seguro de la funda del revolver y se preparó para entrar. Propinó una patada a la puerta y se encontró de frente a un individuo. Lo que no sabía era que se trataba de John James Mullery, de 42 años, y fichado múltiples veces por asalto, secuestro y agresiones sexuales. Chaney asumió que se encontraba ante un ladrón vulgar.
Se equivocaba. Mullery era el novio de la dueña del piso, y la estaba esperando para asesinarla. Además, para “prepararse” había consumido gran cantidad de cocaína, así como otras sustancias. Esto tendría una gran influencia en lo que sucedería después. Además, medía casi 2 metros y pesaba unos 100 kilos.

Mullery se lanzó sobre Chaney, intentando agarrarle, pero éste consiguió esquivarlo y mantenerse a distancia. Mullery comenzó a gritar como un histérico: ¡dispárame! ¡Acaba de una vez! ¡Dispárame!
“No estamos aquí para dispararle a nadie”, replicó el veterano agente, explicándole que únicamente iban a solucionar las cosas. La ira de Mullery desapareció como había surgido, y el policía pensó que las cosas iban por buen camino. Aseguró el revolver en la funda.
Pero de repente, con la rapidez de un relámpago, Mullery se lanzó sobre la cadera derecha del agente y agarró el revólver por la empuñadura. Chaney no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y el arma ya estaba en la mano del agresor. Instintivamente, Chaney agarró el arma por el cilindro.
La lucha había comenzado con Mullery controlando la empuñadura y el disparador, y tratando de levantar el cañón hacia el policía, y Chaney atrapando el tambor para impedir que girara y pudiese disparar. Los dos policías habían hablado con anterioridad de la posibilidad de que se produjera esta situación, y habían convenido que ella se mantuviera atrás, y si Chaney no ganaba el control del arma, disparase sobre el sospechoso.
Así que Linda Lawrence, de 30 años, desenfundó el revólver de 4 pulgadas y apuntó al delincuente. Viendo que no iba a poder retener el arma, Chaney le gritó que disparara. La novata agente Steve levantó las manos quedando el brazo de Mullery delante de él, cuando Linda abrió fuego. El proyectil calibre .38 Special de punta semiblindada atravesó el antebrazo, arrancando prácticamente todos los músculos del mismo y salpicando a Chaney con “carne picada” y sangre.
Pero el simple dolor no siempre vence al efecto de los estupefacientes. La presión de la mano de Mullery no se aligeró ni un gramo. Peor aún, la sangre de la herida se estaba deslizando entre la mano de Chaney y el revólver, y finalmente el tambor giró, permitiendo a Mullery disparar 2 cartuchos. Chaney consiguió mantener el cañón lejos de su cuerpo, acabando los proyectiles en una pared cercana.

Agarrando el cañón con la mano izquierda, aplicó una “palanca” y consiguió arrebatar el arma al delincuente. Retrocedió un paso y adoptando una posición a 2 manos, disparó 2 proyectiles hacia el pecho del gigante, pero sin lograr efecto alguno.
En su lugar, se giró hacia Linda, golpeando con un revés de su mano el revólver de la agente. En lo que Chaney describió como un abrir y cerrar de ojos, Mullery se lanzó sobre la chica, le arrebató el revólver y disparó directamente al centro de su torso.
Chaney no podía disparar sin alcanzar a su compañera, así que se lanzó sobre el agresor. Una vez más, se encontraban en el cuerpo a cuerpo. Cada uno atrapó el arma del otro, tratando a la vez de acercar el cañón propio al cuerpo del contrario, y a la vez apartar el arma del adversario. El oficial insertó el dedo meñique detrás del disparador del arma de Mullery, bloqueando así el arma e impidiendo que se produjera el disparo. Mullery tenía una fuerza sobrehumana, pero el policía poseía la técnica.
Finalmente, logró arrebatar los dos revólveres de las manos del asesino, e hizo algo que puede parecer extraño, pero que se ha dado con relativa frecuencia en enfrentamientos armados: una técnica llamada “desdentar a la serpiente”, y que consiste en vaciar un arma cuando vemos que nos la van a quitar, y así evitar que la puedan emplear contra nosotros.
De esta forma, Chaney disparó ambas armas hacia el suelo, dejando solo 1 cartucho en uno de los revólveres. Mientras tanto, Mullery le golpeaba en la espalda y la cabeza. Con la mano izquierda, trató de lanzar el revólver vacío por una ventana, pero un golpe de Mullery desvió su brazo y el arma rebotó en la pared, cayendo en el suelo de la habitación.
Al levantar el brazo para protegerse, la mano de Chaney quedó cerca de la cara de M

Alguien le había dicho que los proyectiles tienen un mayor poder de parada si impactan en hueso. Así que, dedujo que el agresor no había caído tras 2 impactos en el torso, porque no había tocado ningún hueso. De modo que presionó el cañón contra el costado del monstruo y buscó hasta encontrar una costilla, y disparó.
Mullery abrió la boca y gritó: ¡Ooooh, me diste bien esta vez!
Y entonces levantó en peso al agente y lo lanzó al otro lado de la habitación. Chaney cayó a unos 4 metros, chocando contra un mueble. Mullery había recibido ahora 4 impactos, 3 de ellos potencialmente fatales. Pero seguía en pie.
Como ocurre en muchos tiroteos, el agente había perdido la cuenta de los disparos efectuados. Con un gran esfuerzo, Chaney se levantó, adoptó una posición de tiro a dos manos, y apretó el gatillo. El arma hizo “clic”, el peor ruido que puedes oír en esa situación. Chaney apretó el gatillo del arma descargada varias veces, hasta que aceptó la terrible realidad.
Ahora había que intentar cualquier medida desesperada: el policía se lanzó sobre Mullery y comenzó a golpearle en la cabeza con el arma. Lo hizo varias veces, sin efecto. Únicamente quedaba una opción: intentar recargar.
Mullery continuaba avanzando por la habitación. Chaney se dirigió a una esquina y le dio la espalda, protegiendo el arma mientras trataba de introducir cartuchos en el cilindro del revólver.
En aquella época, e

Pero aquella no era una recarga como las realizadas en el campo de tiro, esta era una situación de emergencia real, por ello, no pudo evitarse la pérdida de habilidad digital y cognitiva. Mullery había conseguido una barra de hierro y le golpeaba con todas sus fuerzas en la espalda, causándole un dolor terrible.
Tras cerrar el cilindro, Chaney pasó el cañón del arma bajo la axila y disparó aún dand

Parecía que todo había acabado. Chaney se alejó hacia el otro lado de la habitación, y trató de respirar. Miró de reojo al hombre que había intentado matarle, y vio, con horror, que Mullery se estaba levantando de nuevo.
Sobreponiéndose al shock, Chaney apuntó con el revólver y disparó 2 veces más haci

Steve recargó con su último speed loador -cargador rápido de revólver- y se dirigió hacia su compañera, comprobando que yacía muerta. El proyectil la había alcanzado cerca del corazón. Mullery aún tardó unos segundos en morir, pero consiguió arrastrarse por el suelo en dirección hacia la puerta. Finalmente, la pérdida masiva de sangre le venció.
El gigante había recibido 10 impactos de calibre .38 Special semiblindado de 125 grains de peso:
Nº 1: antebrazo cerca de muñeca.
Nº 2 y nº 3: pecho.
Nº 4: lado izquierdo del tórax, distancia de contacto.
Nº 5: centro del pecho, cerca del diafragma, distancia de contacto.
Nº 6: parte superior de la cabeza, distancia de contacto.
Nº 7 y nº 8: pecho.
Nº 9: abdomen.
Nº 10: cadera derecha.
Las conclusiones del enfrentamiento, básicamente, son cuatro:
1º- A pesar de recibir 10 impactos, ninguno de ellos alcanzó órganos vitales. El impacto en la cabeza, debido al ángulo en que fue efectuado, no llegó a penetrar en la bóveda craneal, por lo que no fue efectivo. El resto de los proyectiles no alcanzó ni la médula espinal ni el corazón. El impacto más importante, en este caso, es el que alcanza la cadera, que compromete su movilidad. Algunos instructores como Fayrbain y S.P. Wenger aconsejan apuntar a la cadera como blanco primario, ya que impedirá al agresor avanzar hacia nosotros (esto es más importante en el caso de que nos ataquen con un arma blanca)
El impacto nº 4, lejos de producir un daño mayor por el hecho de alcanzar un hueso, produjo el efecto contrario: el hueso de la costilla actuó como un escudo ante el fogonazo del disparo, que a esa distancia habría causado una gran herida estrellada.
2º- Este caso es un ejemplo de adversario al que no afectan causas psicológicas. Múltiples impactos, con destrozo de tejidos, no causaron efectos aparentes. Únicamente al alcanzar un punto concreto de su anatomía se produjo la incapacitación. Hemos de tener en cuenta la posibilidad de enfrentarnos a individuos drogados, excitados o enajenados que se comporten como Mullery.
3º- La munición empleada, semiblindada de 125 grains de peso, era, en esa época, una munición típica de uso en seguridad, considerada, por muchos, como de buena capacidad de transferencia de la energía en el instante del impacto.
Ninguna munición es fiable al 100 por 100, a no ser que alcancemos puntos concretos del organismo. Como hemos visto en este ejemplo, cuando se “tocan” zonas concretas del organismo, es cuando se consig

Es más, algunos autores, como el prestigioso Ayoob, afirman que un calibre más potente, como el .357 Magnum, .40 Smith and Wesson o el 10 mm Auto, hubieran penetrado en el cráneo en la herida nº 6 en vez de ser desviada por la bóveda craneal, o hubieran causado un mayor efecto en las heridas nº4 y nº 5.
4º- Linda, -la agente en prácticas que falleció- de haber llevado puesto un chaleco de protección balística, se hubiera, seguramente, salvado. En esa época, ni tan siquiera en los EE.UU era habitual el uso de chaleco balístico. En ese país, a día de hoy, es impensable salir de servicio sin él, y por suerte, quien sabe si por desgracia, también en España se están, cada día más, imponiendo tanto a nivel oficial como a nivel privado.■
Gracias Pedro
Veritas Vincit
13 comentarios:
Sin comentarios...
Alex
Excelente artículo. Sorprende la sangre fría del policía del LAPD. El calibre .38 mostró una vez más su ineficacia en el secuestro del avión por parte de terroristas palestinos, este calibre era utilizado por los miembros del GSG-9 de la extinta Policía de Fronteras alemanas siendo incapaz de "parar" a los terroristas pese a la gran cantidad de impactos recibidos. En España necesitamos muchos, muchísimos años de entrenamiento en tiro reactivo-policial, en las FyCSE estamos en pañales.-
Gracias por la lectura y los comentarios.
Ernesto.
Impresionante relato! Estoy deacuerdo a que el 38 special ( sobretodo con 125 grains ) es algo muy justo. Aunque dada las circumstancias, con un 9 parabellum tampoco le hubiese servido de mucho.
Un placer leerte! Ferny
Ferny, gracias por tu lectura y comentario.
Veritas Vincit
Resulta sobrecogedor, casi un relato de terror. Efectivamente, reafirma la idea que he ido elaborando de que lo que cuenta es que el disparo sté bien colocado y que el proyectil cause la herida mayor posible. Solo me queda una duda,¿quizá fue la falta de penetración del proyectil lo que generó esta situación o, simplemente, los disparos atravesaron el cuerpo sin dañar órgannos importantes?. Muy buen artículo, gracias.
Trasladandonos a hoy ¿seria mas efectiva un arma de descargas electricas?
Vaya, interesante tema.
Pues mira, no es mi mayor especialidad el tema de armas de letalidad reducida o baja letalidad, pero aún así me voy a arriesgar a dar, en público, mi punto de vista.
He recibido en mis “carnes” la descarga de un Taser, y fue, no hace mucho tiempo, durante un curso para Instructores de tiro policial. Puedo asegurar que la descarga “acabó” con cualquier intento, por mi parte, de moverme, fue doloroso y muy frustante. Sinceramente, si con un sujeto agresivo y “puesto” de estupefacientes, va a actuar igual que conmigo o incluso al 75%...confío en que hubiera “acabado” con el violento de la narración “Chaney”.
Pero por otra parte, joder, no creo que yo hubiera aguantado esos 10 disparos que “soportó” Mullery. Seguramente los 10 disparos me hubieran parado como lo hizo el Taser. En cualquier caso, ni yo estaba “puesto” ni tenía la “obligación” física de sobrevivir, por ello, no llegué a experimentar cambios autónomos fisiológicos que me hubieran “ayudado” a soportar casi de todo.
Estimado anónimo, no podría responder con certeza a tu pregunta, pero te dejo mis cometarios para que saques tus propias conclusiones. Nunca una acción es igual a otra, incluso aunque los protagonistas sean los mismos.
Veritas Vincit.
Yo creo q lo mejor q hay para parar a un tipo de estas caracteristicas, no son ni Taser,ni un gran calibre....lo mejor son los nauticos q te quitastes en el viaje de vuelta de Alcalá de Henares en el coche!!!!...Al margen de eso,me ha gustado mucho el articulo,siempre es bueno saber y mas si viene de un tio q le apasiona y sabe del tema!!!...un abrazo querido y dos huevos durosss
Jajajajaj, ¡pero que arteeeee!
Esos zapatos náuticos los tengo guardados al vacío, tienen destino: “cierto británico…” jajajjaa
Gracias por leerme “Crazy” espero que el Licenciado Sánchez y su fiel “escudero” hagan lo mismo. Por cierto, del “escudero” he escrito algo en el blog, en su honor.
Y dos Huevos Duros…¡con que queso!
Ah, se me olvidaba, ¿quien eres…? ¿este quien es…?
Tte. Vincet Hanan
Ante una situación de poco riesgo, usaria un taser.
Ante un individuo que tiene un arma de fuego, ya ha matado a una persona y sigue atacándome, la unica opción es detenerlo como sea.
Las armas no letales no están diseñadas ni para un sujeto, ni para una situación como la del relato.
Impresionante relato. Desde luego trato d epnerme en el lugar del policía, la situación de estrés extremo que debió de experimentar y su capacidad para respoder efectivamente. Algo que me ha llmado la atención es la rapidez con la que el delincuente se calma cuando el policía le habla en primera instancia. Tranquilizarse tan rápido no suele ser habitual en estas circunstancias, máxime si ha habido consumo previo. la primera acción del delincuente es atacar al policía, lo cual demuestra a) que la figura de autoridad del policía no le infunde ningún respeto, b) que se encuentra bajo los efectos de algún tóxico. Sea como sea se puede deducir una respuesta imprevisible. Los girots de "matame" que profiere después también nos hablan de que el sujeto tiene la conciencia alterada.Creo que tal vez el agente se precipitó guardando el arma.
U n abrazo y felicidades por el blog
Fernando
Fernando, es un honor leer una respuesta tuya en mi blog.
Valoro mucho los puntos que has referido sobre la actitud del homicida. Muchas gracias por la visita.
Veritas Vincit
Publicar un comentario