sábado, 29 de octubre de 2011

Juristas y policías doctos en sus temas: SÍ A LA ESPECIALIZACIÓN EN PERSEGUIR Y “JUZGAR” EL DELITO…

Por: Ernesto Pérez Vera

Drogas, seguridad vial, corrupción, delitos fiscales y urbanísticos y hasta en malos tratos domésticos. Si existen fiscales especializados en delitos de cos, ¿por qué no existen fiscales especializados en presuntos delitos cometidos por los agentes policiales, en atención al empleo de la fuerza en el ejercicio de sus funciones? Lo sé, los casos que expongo en la idea no son tipos penales per se, pero de ese uso de la fuerza pueden derivarse, según cada caso, delitos de lesiones, daños, amenazas e incluso homicidios.

En definitiva, me refiero a esos casos en los que se pone en entredicho la legítima defensa. Sería deseable que también a los particulares se le “revisaran”, más especializadamente, todos y cada uno de los puntos que les pueden, llegado el caso, atenuar o eximir de la culpa en casos de uso de fuerza en su propia defensa, o de terceros. Aunque naturalmente la pena es, también, susceptible de agravamiento.

El hecho de que cada cual entienda la proporcionalidad del medio empleado, en atención al criterio o conocimiento personal que de esos “medios” posea, es algo nefasto para la seguridad interna de los policías: un fiscal o juez puede creer que un policía no puede, por pura fisiología, apuntar de madrugada a un atacante en movimiento y acertar en una pierna…y otros estarán convencidos de que los policías son como en las películas de Hollywood, capaces de todo.

Si el fiscal antidroga conoce de la A a Z todas las sustancias estupefacientes prohibidas, y se documenta científicamente y técnicamente sobre sus efectos en los seres humanos, precios y cantidades de venta ilegal en los circuitos de consumidores y traficantes, etcétera, etcétera... Si la Fiscalía de Seguridad Vial está al día en cifras de accidentes cometidos por infractores penales “al volante”; si conoce la realidad y efectos de la ingesta de alcohol y drogas en el organismo humano, y si en base a todo ello dicta instrucciones para una mayor eficacia en la persecución del delito, y su posterior reproche legal, ¿por qué no se especializa a los fiscales en la realidad del enfrentamiento armado? El problema preocupa, y mucho, a todos los policías de este país.

La mayoría de las personas legas en el tema del tiro y armamento —incluso pasa dentro de la propia comunidad policial, por obra y gracia de una extensa y supina ignorancia—, cree que tirar con una pistola contra un ser humano es tan sencillo y cómodo como hacerlo contra un cartón en la galería de tiro: ¡un huevo que se echa a freír! Si en la galería de tiro uno es capaz de acertar el cien por cien de sus disparos en el papel, y esto lo hacemos como exhibición ante jueces, fiscales, jefes y políticos, estos —los observadores— creerán que todos los agentes podrán siempre hacerlo, y lo que es peor, creerán —seguro que algún iluminado, allí presente, así se lo hará creer— que será posible hacerlo incluso en las peores circunstancias que vive un ser humano: cuando nos acometen gravemente produciendo lesiones graves o la muerte. No es cierto. No es lo mismo entrenar contra un trozo de papel que disparar a una persona.

En la galería haremos demostraciones de habilidades superiores, ante los invitados de la judicatura, y seremos capaces de acertar a la silueta en una pierna, en un hombro o incluso en la cabeza en décimas de segundos, y a 12 metros, o más. ¡Fantástico!, nos darán una palmadita en la espalda y todos se marcharán engañados a sus despachos: “Estos tíos son la ostia… mañana que no me vengan diciendo que mataron al choro sin querer, porque pudieron disparar, incluso a oscuras, en la mano del atracador…máxime si le dispararon a solo 2 metros de distancia…”

Señores, no engañemos a más nadie por más tiempo, ni a los juristas, ni a los legisladores ni a los alumnos. El hurto de la realidad solo perjudica al colectivo policial, y produce negativos efectos en la mente de los policías. Como resultado de aquel perjuicio, el ciudadano se verá salpicado muchas veces. Ese perjuicio se traduce en policías que no disparan cuando pueden y deben, o se traduce en accidentes por malas manipulaciones, rebotes o sobre penetraciones de los proyectiles.

Los jueces, fiscales y también los policías deben conocer la realidad, y ésta es que los enfrentamientos armados son, casi siempre, diametralmente opuestos a como se “enseñan” en las galerías de tiro de las academias: no son estáticos, no permiten tantos segundos de reacción y los enfrentamientos no esperados se producen a muy cortas distancias, casi siempre de contacto físico entre las partes (estas cosas suelen conocerlas y dominarlas solo los policías especializados y volcados realmente en el tema. No implica que el asunto sea de dominio y control por parte de todo aquel que ostenta un diploma…)

Por cierto, hablo del enfrentamiento NO esperado porque hay otros que SÍ son esperados, o al menos más probables: acudir a una llamada de atraco a un banco supone esperar un enfrentamiento, y por poco tiempo que se posea para llegar al lugar, casi siempre se disfrutará de tiempo para preparar la mente, el arma e incluso colocarse un chaleco protector. Muchas veces se podrá preparar incluso una barricada a la salida del establecimiento atracado, y se dispondrá de refuerzos.

El enfrentamiento NO esperado es aquel que se produce en una cotidiana situación, por ejemplo durante la identificación de una persona que en principio no muestra hostilidad. Son estas las circunstancias que producen más bajas en el bando de la comunidad policial.

Todos los actores deben tener claro ciertos conceptos y aspectos técnicos, al margen de los jurídicos —todos serán doctos en ellos, al menos los actores juristas—. Se debe saber que una cosa es apuntar y dirigir el disparo a un punto…y otra es acertarlo. En la galería es fácil: tanto el tirador como el blanco están estáticos, y en el mejor de los entrenamientos se mueve solo el tirador —policía­—. En la calle cambian las cosas: todos se mueven por instinto, y muchas veces a lo loco (lógico, hay miedo en las dos partes. Eso se llama naturaleza). El disparo apuntado o dirigido a un hombro puede acabar, incluso estando bien apuntado por un experto tirador, en la cabeza: si el objetivo se mueve, cosa que hará agachándose (acción instintiva del ser humano al creerse en riesgo), el proyectil dirigido al hombro, para evitar una muerte en el acto, podrá acabar muy probablemente en la cabeza. De todos modos se tiene que saber que en órganos no vitales, como el tren inferior o superior, hay vasos sanguíneos de máxima importancia para el organismo y la vida. Si esos vasos son alcanzados, la vida puede perderse en minutos, en caso de no recibirse asistencia médica inmediata.

En estos casos todos los intervinientes se mueven por instinto: nadie quiere ser impactado y “se quitan de en medio”. Esto ocurrirá por naturaleza, pero también por formación. Algunos instructores enseñamos a moverse tácticamente, pero aprovechando el instinto natural de supervivencia del ser humano. Si te vas a mover, aunque casi no lo tengas previsto, hazlo con sentido y lógica a tu favor. En cualquier caso siempre será positivo no quedarse quieto: te conviertes en un blanco más fácil. En movimiento las dos partes podrán errar sus disparos, y los dirigidos a un punto podrán acabar en otro…

Dependiendo de mil factores, y no siempre y necesariamente de la instrucción recibida, unos impactos irán a un punto idóneo y otras veces no. Conozco el caso de un nefasto tirador a pie quieto —su única instrucción—, que en un atraco desenfundó, montó, corrió “pa quitarse de en medio” y disparó casi sin querer…E IMPACTÓ EN EL ATRACADOR QUE PORTABA EL ARMA DE FUEGO. Ni soñando lo hubiera pensado. Tiró al “tun-tun” y sin mirar…pero impactó en el malo, que por cierto también estaba en movimiento y huyendo. ¡El más difícil todavía! Pues igual que él alcanzó a quien ni se había planteado…otros bien instruidos, o que al menos si apuntaron, podrían acabar no impactando donde querían. Cuando un disparo no da donde quiero que de…dará donde no quiero que de…

A colación de lo anterior se me viene a la mente un incidente, accidente en realidad, ocurrido no hace mucho tiempo: un tirador estaba en la línea de tiro manipulando su arma corta de fuego, y dirigiendo la boca de fuego hacia el parabalas/blanco. La manipulación consistía en resolver una traba en el arma, una interrupción. Algo normal y habitual. En eso que estaba el tirador, una persona que se encontraba en las inmediaciones se adelantó a la posición de quien sostenía el arma, y lo rebasó. En el momento que rebasó al tirador, la persona que se encontraba por “allí” se metió en la línea de tiro del arma interrumpida…y se produjo un disparo involuntario durante la resolución de aquella interrupción (mal llamado encasquillamiento). El resultado del suceso fue que aquella persona recibió un disparo con gravísimas consecuencias, aunque no falleció. Por cierto, curiosa trayectoria la del proyectil dentro del cuerpo. Si el hombre se hubiera metido en la línea de fuego erguido, el proyectil solo hubiera impactado en una extremidad inferior, pero irrumpió agachado: NEFASTO.

¡Qué vengo a decir!, pues que el tirador, incluso en este caso del accidente, nunca controla las acciones de la otra parte. Si ese hombre no hubiera entrado en zona “caliente” o de riesgo…ese proyectil hubiera acabado en el suelo (barro), aún cuando el disparo se produjo sin voluntad y por accidente o impericia.

Deben saber todos que en determinadas acciones armadas no es posible, por pura y natural fisiología, apuntar el arma con precisión. Alcanzado un elevando número de pulsaciones por minuto (más de 175ppmm), por efecto de la adrenalina, noradrenalina y cortisol, entre otras hormonas que el cuerpo segrega y reparte por el organismo en situaciones límite —no comparable al los efectos del ejercicio físico extremo buscado—, el ojo pierde riego sanguíneo y se queda fijo en la cuenca ocular. Los ojos no se moverán y el cuello no girará (se queda rígido). Todo esto obliga al cuerpo a girar hacia la agresión, dirigiéndose a ella de modo frontal. Se hace imposible ajustar el cristalino y no se pueden tomar los elementos de puntería de modo óptimo. Un 70% de agentes que vivieron situaciones límite, en enfrentamientos, y que fueron científicamente estudiados, confirmaron que su visión se vio seriamente alterada. Los prestigiosos doctores norteamericanos Bruce Sidlle y Dave Grossman lo aseguran en numerosos y concienzudos trabajos. Sidlle estudia el asunto como neurólogo, y Grossman como psicólogo militar especializado (Teniente Coronel).

Sabiéndose lo anterior, ¿se le puede exigir a un ser humano que haga algo contranatura…? Creo que no. Y por cierto, el cuerpo que habita debajo del uniforme de un soldado o policía, por muy formado que esté, es el de un Homo sapiens… El uniforme no aporta poderes extrahumanos.

Son muchas más cosas las que hay que hacerles llegar a quienes tomarán, llegado el momento, cartas en el asunto para impartir justicia. ¿Saben nuestros juristas, jefes y políticos que nuestros proyectiles (armas cortas) no son todo lo efectivos que deseamos y necesitamos…ni tan potentes? La potencia de nuestras armas está super valorada fuera de la comunidad especializada. A no ser que un impacto afecte determinados puntos u órganos del cuerpo, serán precisos muchos más disparos para neutralizar una amenaza grave. Y cómo ya se dijo antes: DIRIGIR UN DISPARO A UNA ZONA DETERMINADA DEL CUERPO, NO SIEMPRE SUPONE ACERTARLA. Ni el calibre generalizado, el 9 m/m Parabellum/Luger/9x19mm, 9 m/m Nato, ni los proyectiles que normalmente montan son idóneos para la función a la que están destinados.

Todo esto es algo que saben quienes más experiencia tienen en enfrentamientos armados policiales: los agentes de la Ley de Norteamérica. Allí no solo tienen mucha experiencia real en enfrentamientos armados (mueren muchos agentes anualmente), sino que estudian, analizan e investigan todos los factores que circundan a los tiroteos. El F.B.I. es quien se encarga de esos estudios. Como ya saben, el F.B.I. es una organización policial dependiente del Departamento de Justicia norteamericano. De todos modos, no es Estados Unidos el país donde más polis caen en enfrentamientos con delincuentes, pero sí es el país donde el asunto se estudia y analiza hasta el extremo.

No pretendo decir que haya que crear un Fiscalía Especial para estos temas…o sí, sino que los fiscales, jueces y en general todo el que pueda llegar a tener “mano” en el asunto, sepa y conozca el tema sin sustracciones a la verdad. Demasiados años instalados en arcaicos y vetustos principios y conocimientos, muchas veces nacidos de leyendas urbanas y mitos, impiden el paso hacia lo que es más cierto y real.

En fin, si seguimos como hasta ahora poco podremos avanzar en este “campo sembrado de minas”. Seguiremos igual, nadie le pone el “cascabel al gato”■

jueves, 20 de octubre de 2011

MÁS DIFÍCIL TODAVÍA: 1 contra 4... ¡¡¡y gana el "1"!!!

Os dejo hoy otro texto escrito por Pedro Pablo Domínguez. Nos presenta en esta ocasión una intervención policial acaecida en USA hace pocas fechas. En ella vamos a conocer una historia de película, pero creíble: está acreditada la veracidad del suceso.


Disfruten.
Ernesto Pérez Vera

Policía desarmado mata a un atracador e hiere a tres más: y no es una “película”
Creo que cualquiera a quién relatásemos la intervención que hoy traigo al Blog, pensaría que se trata de una escena sacada de la gran pantalla, que estamos contando una historia totalmente ficticia. Pero no es así, ni mucho menos, de hecho aún esta mañana es portada en los tabloides del Condado de Winnebago (Illinois).



Y es que el pasado 2 de octubre, un agente de Policía Local (Departamento del Sheriff en U.S.A.), fuera de servicio y desarmado, se enfrentó con 4 atracadores, y tras desarmar a uno de ellos, lo alcanzó mortalmente e hirió a continuación a los otros 3 de gravedad. Ni el Policía ni los 3 civiles presentes en el lugar sufrieron el más mínimo rasguño.

Increíble, ¿verdad? Esta es la historia:
“Un Policía de la Winnebago County Sheriff Department, con 3 años de servicio en el cuerpo, se encontraba reunido con un amigo en la Pizzería Marie´s, situada en Charles Street. Este es un local solo de envío y recogida, donde no existe espacio para comensales. Por ello, además de los dueños y el agente de Policía, no había más personas presentes en el lugar de los hechos.


Frank Pobjecky, que así se llama el protagonista del enfrentamiento, tiene actualmente 29 años de edad, y se unió al cuerpo de Policía tras servir como militar en Irak, donde obtuvo amplia experiencia en combate.


A las 10:40 de la noche, 3 sujetos entraron en el local. Sus identidades, reveladas más tarde, eran las siguientes:



-Desmond Bellmon, de 23 años. Su historial incluye cargos por acoso en Junio de este mismo año, asalto agravado a mano armada y posesión en la vía pública de armas de fuego sin licencia.
-Brandon Sago, de 22 años de edad, arrestado en 2006 por fabricación y tráfico de heroína.
-Lamar Coates, 23 años, procesado en 2008 por 4 delitos de tenencia ilícita de armas.
-Michael D. Sago, de 16 años, quien sería la víctima mortal del enfrentamiento. No poseía antecedentes policiales previos, pero fue el que, pistola en mano, amenazó al Policía fuera de servicio y al resto de personas presentes con un arma de fuego, antes de caer muerto por los disparos del agente de la Ley”.

Como vemos, unos auténticos “angelitos”…


Según el relato oficial de los hechos, Pobjecky se encontraba fuera de servicio y sin su arma reglamentaria, lo que al parecer es optativo en su Departamento de Policía (podría haberla llevado sin problemas). Sin embargo, uno de los empleados de la pizzería si estaba armado con una pistola, amparada en lo que en España sería una licencia B.
“Tras entrar en el local 3 de los delincuentes, el menor de ellos desenfundó una pistola (real) y apuntó a Pobjecky (sin saber que era Policía, ya que éste no se identificó en ningún momento), amenazando con disparar si no le entregaban la recaudación. Realmente, la cantidad aproximada de dinero que había en la caja era de menos de 200 euros.


La reacción del Policía no se hizo esperar, y abalanzándose sobre el atracador, forcejeó con él hasta que la pistola cayó al suelo. Los otros 3 atracadores (el que estaba vigilando entró en el local al percatarse del incidente), se giraron hacia el policía con intención de ayudar a su compinche. El delincuente menor de edad, al ver que había perdido el control sobre su arma, fijó su atención en la pistola del camarero, cuya culata asomaba por la cintura de su pantalón, y trató de hacerse con ella. Pero el agente fue más rápido: extrajo la pistola del pantalón de su amigo y se giró disparando varias veces contra el atracador, alcanzándole mortalmente.


Los otros 3 delincuentes, que aparentemente iban a sacar sus armas, fueron alcanzados, uno en pecho y hombro, otro en la cadera, y el último en las nalgas al intentar huir. Ni el agente ni los 3 empleados del restaurante presentes resultaron heridos”.


En los últimos 10 años, es el tercer incidente armado en el Condado de Winnebago que implica a un agente fuera de servicio. En uno de ellos, un Inspector fue asesinado y en otro un agente mató a un atracador de bancos durante un asalto en el que el policía esperaba como un cliente más de la sucursal.


El Condado de Winnebago, en Illinois, tiene una población de 295.266 personas, y una extensión de 1.345 kilómetros cuadrados. Su población es en un 80% de raza blanca, con un 50% de hogares familiares y una renta anual media de 52.456 dólares por familia. Es, por tanto, una zona mayoritariamente de clase media, tradicionalmente poco afectada por la criminalidad. No obstante, en los últimos años ha aumentado la cantidad de crímenes violentos, sobre todo protagonizados por menores como en el caso que estudiamos.


Afortunadamente, en este caso no ha habido que lamentar víctimas, aún teniendo en cuenta que el Policía no llevaba su arma reglamentaria. Su determinación y preparación técnica hicieron que se enfrentase a 4 delincuentes peligrosos sin sufrir daños.

Actualmente Pobjecky se encuentra apartado del servicio hasta que finalice la investigación, no obstante, y esto es lo importante, tanto el Sheriff Dick Meyers como el Jefe del Departamento Chet Epperson han apoyado y declarado a favor de la actuación del agente, en el sentido de que existía PROPORCIONALIDAD en la actuación del mismo (como para no haberla). Asimismo han alabado la profesionalidad del policía al actuar aún en clara desventaja para proteger a unos inocentes.





Pedro P. Domínguez Prieto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Andar antes que correr…

Por: Pedro P. Domínguez Prieto

Desde un punto de vista psicológico, los mecanismos por los que opera el aprendizaje humano son bien conocidos desde tiempos inmemoriales, y han sido objeto de numerosos estudios empíricos.

Básicamente, el aprendizaje es un proceso de cambio relativamente permanente en el comportamiento de una persona, generado por la experiencia (Feldman, 2005). Durante el mismo, el cerebro sufre una serie de procesos cognitivos individuales mediante los cuales se asimilan e interiorizan nuevas informaciones (hechos, conceptos, procedimientos y valores), y se construyen nuevas representaciones mentales significativas y funcionales ( conocimientos), que luego se pueden aplicar en situaciones diferentes a los contextos donde se aprendieron, o quizás bastante similares a estos ( por ejemplo, en combate). Aprender no solo consiste en memorizar información, sino que es necesario asimismo conocer, comprender, aplicar (sobre todo los conocimientos previos), analizar, sintetizar y valorar. En todo caso, el aprendizaje siempre conlleva un cambio en la estructura física del cerebro y a la vez, de su organización funcional.

Este planteamiento nos señala varios puntos interesantes, entre ellos uno para mi fundamental, y es el carácter progresivo de la enseñanza: cada escalón está basado en la experiencia y el conocimiento previo del alumno, de modo que si no ha superado un entrenamiento en las técnicas básicas, difícilmente será capaz de integrar y aplicar las avanzadas. Un niño debe aprender antes las letras que las palabras, debe sumar y restar antes que multiplicar o dividir. Esto es evidente y aceptable por la mayoría de las audiencias.

En todo caso, un Pedagogo profesional sabrá estructurar perfectamente el currículo escolar para que la curva de aprendizaje se desarrolle correctamente y se cumplan los objetivos.

Lamentablemente, muy pocos de los “instructores” que encontramos en las canchas de tiro son “profesores”, y en la mayoría de los casos, desconocen el por qué, el cuándo y el cómo de cada fase de la acción formativa que aplican. Lo habitual es que se repitan los patrones que se observaron en la etapa de alumno.

Este importantísimo factor, se suma a otro elemento no menos importante: la motivación del alumno. Y es que el interés del mismo influye enormemente en el resultado: tareas más o menos atractivas, de mayor o menor dificultad, que pueden incluir cierto nivel de riesgo, o el hecho de encontrarse ante una audiencia (sus compañeros), modifican el nivel de implicación del Policía/ Vigilante/ Escolta al que enseñamos a disparar.

Incluso la preferencia por ciertas materias, puede hacer que el alumno llegue a faltar a ciertas sesiones formativas, para evitar la situación, o simplemente porque no le interesa en absoluto. Ya que el alumno no posee el conocimiento o apreciación adecuados de “qué” materias son las más importantes del curso, el resultado puede ser perder conocimientos BÁSICOS Y FUNDAMENTALES para el tirador. A este respecto, comentaré que ayer mismo estuve leyendo un ejemplar recién adquirido de “The Gun Digest Book of Beretta Pistols”, de Massad Ayoob. En la introducción, Ayoob se lamenta precisamente de este hecho: sus obras están redactadas para ser leídas de principio a fin, no obstante muchos lectores van directamente a los artículos de interés, saltándose por ejemplo el capítulo dedicado a la seguridad. La solución ideada por este instructor es simplemente repetir los conceptos una y otra vez a lo largo del libro, de modo que tarde o temprano nos veamos obligados a leerlos. A este punto hemos llegado…

Esto provoca un grave dilema, no solo para el formador, sino también para el centro de enseñanza. Si es una entidad pública, la responsabilidad recaerá en el primero: si el alumno no lo “pasa bien” en el curso, perderá prestigio (ejemplo: si el instructor no monta un “show” durante el curso, o no aparece vestido de ninja táctico supermegaguay, al alumno no le parece lo bastante “bueno”)

Si el centro es privado, será aún peor, ya que la escuela ganará fama de “aburrida”, sus cursos serán criticados (la mayoría de las veces sin fundamento), y desembocaremos en la PROSTITUCIÓN formativa. En esta fase, el alumno “elige” los contenidos y “paga” por ellos, no regresando por allí si la formación recibida incumple sus irreales expectativas.

Internet se ha convertido en la espada de Damocles de muchos instructores y academias, y en la desvirtuación de muchos programas de enseñanza: quito de aquí (importante, pero no de interés), y agrego de allá (espectáculo inútil, pero muy popular), el alumno se va contento, la academia gana dinero, y… hasta la próxima edición.

Esta (reconozco) tediosa introducción, es, en mi opinión, el origen directo de las siguientes noticias, bastante comentadas en los foros especializados:


¿Por qué se siguen produciendo accidentes con las armas, incluso en personal con grandes credenciales, currículum, cursos en el extranjero, años de experiencia, etc.?

Pues muy sencillo, porque el ABC (o diría yo, el A) del tiro —la seguridad— no se enseña adecuadamente, no es del interés de los alumnos, o directamente ni siquiera figura en el temario o se explica en clase (esto mismo ocurrió en mi curso de Vigilante de Seguridad).

Cuando el alumno progresa en el aprendizaje saltando directamente a la “J” o la “M”, tarde o temprano llegará a la “P” de…PUM!

Ejemplos de PUMs conocemos todos nosotros, aunque dentro de lo posible suelen “taparse”, por lo que pocos son publicados en los medios:

http://www.libertaddigital.com/nacional/se-dispara-el-arma-de-una-escolta-de-de-cospedal-mientras-visitaba-el-ayuntamiento-de-hernani-1276348387/

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-17-01-2001/abc/Ultima/cinco-heridos-leves-por-el-disparo-accidental-del-escolta-de-un-concejal-del-pp-alaves_5289.html


http://www.cadenaser.com/espana/articulo/muerto-cadiz-disparo-accidental-guardia-civil/csrcsrpor/20060613csrcsrnac_8/Tes

¿Realmente es tan difícil?
En los temarios de armamento y tiro podemos encontrar dos aproximaciones al tema: o bien se pasa de puntillas, o la lista de recomendaciones es tan extensa que el alumno no sabe por dónde empezar. Esto es realmente un problema, ya que la lista de materias que debe aprender un Policía o Vigilante de Seguridad en su formación básica es bastante extensa de por sí, y no suele ser aquella a la que los alumnos presten mayor atención, o que consideren más importante.

Con este hecho en mente, opino que en este caso debemos aplicar la regla KISS (Keep It Simple, Stupid), y dejándonos de florituras: reducir al máximo la explicación que ofrezcamos al alumno, de modo que no le quede ninguna duda de qué hacer cuando manipule el arma, o que no sea capaz de recordarlo.

Este es precisamente el objetivo de este artículo: hablar de esa lección tan importante, que muchas veces no se enseña o comprende adecuadamente, y que periódicamente ocupa las páginas de sucesos.

¿Por qué son peligrosas las armas de fuego?
Sencillamente, porque su función primaria es MATAR o causar graves daños, así de simple. Cuando un coche funciona, nos traslada de un sitio a otro. Podemos sufrir un accidente por múltiples causas, y que éste sea mortal, pero no está contemplado a priori en su diseño. Cuando funciona una máquina de café, es cierto que podemos quemarnos, pero su cometido es prepararnos el desayuno, no lesionarnos.

Cuando una pistola funciona, el producto es algo diseñado para matar a un ser vivo. Es más, el diseño de las armas es tal, que naturalmente, al empuñar, nuestra mano se colocará en disposición de disparar: el dedo índice irá al gatillo. Podéis hacer la prueba con algún familiar o amigo que nunca haya tenido contacto con ellas.

Y si no sabemos evitar conscientemente esa acción natural…me remito al punto anterior.
Por tanto, la primera cuestión que abordaré es la RESPONSABILIDAD: aprender las normas de seguridad no es “aburrido”, sino fundamental.

Normas de seguridad: ¿alguien es capaz de recitarlas?
Hasta el último Policía Local de U.S.A. se las sabe de memoria. Compañeros míos recién llegados de Israel, ni siquiera sabían de su existencia. En fin…

Jeff Cooper, entre otras cosas nos dejó lo siguiente:
#1:
Trata siempre las armas como si estuvieren cargadas.
#2: Nunca apuntes a nada que no quieras destruir.
#3: Mantén el dedo fuera del gatillo hasta que tengas las miras alineadas sobre el blanco y vayas a disparar.
#4: Comprueba el blanco y lo que hay detrás de él antes de disparar.

En teoría estas 4 reglas cubrirán todos los supuestos posibles. Ya vemos que se trata de acciones del tirador, y es que:

A pesar de que un arma puede fallar mecánicamente (debido al desgaste, daños mecánicos por caídas o golpes, montaje incorrecto tras limpieza, o incluso fallos de diseño), la práctica totalidad de los accidentes son responsabilidad del tirador (por desconocimiento —aprendió mal— o directamente por negligencia —directamente “pasa del tema”—).

Da igual el número y tipo de seguros que posea el arma, está diseñada para disparar, y si metemos el dedo en el gatillo, el arma hará “PUM”.

¿Se pueden discutir, e incluso reducir estas 4 reglas? (quizás a alguien le parezcan “demasiadas”). Por supuesto que sí:

La Regla #1 se puede obviar: no es que tratemos el arma “como si”…Un profesional siempre lleva el arma cargada. Esta regla parece más adecuada para tiradores deportivos, que unas veces tendrán el arma con munición en su interior, y a los 5 minutos pueden descargarla para cambiar de ejercicio, o de puesto de tiro. Al rato la volverán a cargar… puede que hagan una pausa entre disparos de una serie de disparos dejando el arma con munición en el cargador, o incluso en la recámara… y a la media hora de estar en la cancha de tiro, el tirador ya no es capaz de decirnos cómo… está el arma.

No obstante, este problema se soluciona simplemente aplicando la regla #3 indefectiblemente (otra cosa es que lo hagamos…).

La Regla #2 presenta un problema, y es que a su vez tiene 3 excepciones que pueden darse en el trabajo diario: cuando realizamos una búsqueda con el arma cubriendo los sectores de tiro (un registro de un inmueble, por ejemplo), cuando encañonamos a un sospechoso durante una detención (no tenemos intención de disparar), y cuando realizamos tiro en seco http://tirodefensivocampodegibraltar.blogspot.com/2009/07/tiro-en-secoentrenamiento-apto-para-el.html (entre los comentarios a este artículo de Ernesto incluí algunas normas de seguridad específicas para esta actividad).

Recientemente ha surgido un “pequeño” problema con esta regla: la aparición de los ejercicios “force on force”, en los cuales se recrean situaciones lo más reales posibles, y en los que el clásico blanco de cartón se sustituye por uno de carne y hueso. Antes de la llegada de las SIMUNITION, blue guns, etc. ocurrieron trágicos accidentes por fallos de “esterilización” (permitir munición real en la zona de entrenamiento). Incluso las SIMUNITION han ocasionado problemas por fallos de coordinación, como cargar munición frangible de esta marca en las armas del ejercicio (munición usada en entrenamientos, pero letal). La controversia entre “hot” (los alumnos dan la clase con munición letal) o “cold” (las armas están descargadas o con carga no letal), está ahí y no se puede ignorar, y muchos no querrán renunciar a determinados sistemas de entrenamiento. Desde luego, la única medida totalmente eficaz para evitar accidentes es usar armas de entrenamiento, airsoft, blue/red guns, etc. etc., pero nunca usar las armas de servicio en ejercicios que impliquen apuntar al pecho de un compañero.

http://www.youtube.com/watch?v=moE1dOz6HW0&NR=1

http://www.youtube.com/watch?v=XWQ8qYHABzU

Por tanto eliminaríamos estas 2 reglas de la lista.

La primera con la que me quedo es la #3: Mantener el dedo fuera del arco guardamontes hasta que vayamos a disparar. Para afirmar esto me baso en los siguientes puntos:

1- Existen dos formas de disparar un arma: apretar el gatillo o dejarla caer con el cañón hacia el suelo, lo que activaría el fulminante del cartucho por la inercia de la aguja percutora. Dado que la mayoría de las armas modernas disponen de seguros de caída, estableceremos que la única forma de disparar el arma será apretar el gatillo.

2- Aceptando lo anterior como cierto, me dará igual el tipo de arma que esté empuñando, sus mecanismo, seguros, etc. Aunque apunte con un subfusil con el selector en ráfaga y el gatillo al pelo, estaré absolutamente seguro de que no disparará hasta que ponga el dedo en el gatillo y lo apriete.

Por otra parte, el arma que posea más seguros automáticos (ej. P-99, Glock), disparará indefectiblemente si aprieto el gatillo.

En las fotografías se muestra el modo correcto de colocar el dedo a lo largo del armazón (de una Glock), no paralelo al guardamontes (como hace el soldado británico con su SA-80). Así evitaremos que una contracción involuntaria del dedo índice dispare el arma. Esto puede suceder en 3 supuestos:

Algo nos sobresalta: en una situación de tensión, cualquier ruido, la aparición de un “blanco” ante nosotros, incluso que nuestro compañero nos toque por la espalda, provocará una contracción involuntaria de los músculos del cuerpo, incluido el dedo índice que tenemos junto al disparador. Es muy común en búsquedas en inmuebles, callejones, etc. donde al abrir una puerta o girar una esquina alguien aparece súbitamente ante nosotros, y además a muy corta distancia. Si resulta que se trata de un compañero o un “civil”, y no tenemos el dedo situado correctamente, hay muchas posibilidades de meterle un tiro por accidente.

Sentimos que vamos a caer: un simple resbalón o tropezón, muy común cuando progresamos por un inmueble, tendrá el mismo efecto que en el caso anterior: la mano se crispará alrededor del arma, produciendo el disparo si el dedo está enfrentado al gatillo.

Hacemos fuerza con la mano débil, por ejemplo al agarrarnos a algo (una escalera, la puerta de un coche), o luchamos contra un adversario. En estos casos, la reacción simpática hará que también ejerzamos fuerza con la mano hábil, produciéndose el disparo si el dedo no está emplazado correctamente.

OJO: los dos primeros casos que refiero (sobresalto y desequilibrio) han ocurrido también, no ya durante intervenciones, sino mientras el usuario apuntaba a un compañero DE BROMA… Las armas no son juguetes, al principio del artículo las describí como herramientas cuyo objeto es matar, y eso es exactamente lo que son, para lo que sirven, y lo que hacen cuando funcionan!.

Por último, también me quedo con la regla #4: identifica el blanco, lo que hay alrededor de él, y lo que hay detrás antes de disparar. Muchos instructores creen, y yo apoyo esa teoría, que el gran problema de los tiroteos en la calle no es atravesar al malo e impactar en la viejecita que está detrás de él, sino fallar el blanco y darle DIRECTAMENTE al cuponero, al cartero, o incluso a la víctima que queremos salvar. Los casos de sobrepenetración existen, pero estadísticamente, la tragedia es más probable por lo que acabo de apuntar, que por ese disparo “mágico” que atraviesa al malo, rebota en el suelo, y acaba en la cabeza del rehén.

Otra opción no menos funesta, es que alguien (incluso un compañero) se cruce en nuestra línea de tiro, como de hecho también ha sucedido (falta de entrenamiento/ coordinación + visión túnel).

Por ello, antes de disparar, hay que perder una décima de segundo en ver a qué le estoy dando el taponazo. Por supuesto que es muy difícil, más aún cuando muchos cursos se han convertido en concursos de I.P.S.C., donde el alumno que dispara más rápido es el “mejor”. Pero es algo fundamental, al menos si estamos en el bando de los “buenos”.

Conclusiones:
Al igual que es absurdo que nos conociésemos todos los modelos de coches, y no supiésemos distinguir las señales de tráfico, con las armas hay que evitar la tentación de empezar la casa por el tejado , y ser conscientes de que pasar por alto aspectos básicos del entrenamiento por que nos parezcan “aburridos”, nos pasará factura tarde o temprano.

domingo, 2 de octubre de 2011

JUSTA SENTENCIA: Lo que muchos desconocen y otros esconden…

Por: Ernesto Pérez Vera

Doy a conocer hoy una sentencia del Tribunal Supremo, que debería ser conocida y recordada por muchos: miembros varios de la judicatura, jefes policiales y políticos. La sentencia STS 6011/1994 emitida por la Sala de lo Penal del Alto Tribunal, Magistrado Ponente Excmo. Sr. D. Justo Carrero Ramos, es para chuparse los dedos, como decimos en mi pueblo… La sentencia me llega por obra de José Moreno, amigo y compañero del C.N.P. Persona experimentada y comprometida. Gracias. ¡Ah!, y lo sé: esto es más de lo mismo, pero así debe ser hasta que las cosas las tengan claras todos los actores en el asunto.

Los hechos objetos del recurso de casación se remontan a la madrugada del 4 de enero de 1988 —ha llovido, pero los policías somos hoy de la misma especie animal que en aquel momento, y el concepto de legitima defensa no ha variado pese a los numerosas modificaciones sufridas por el Código Penal en ese lapso—. La sentencia es de 24 de septiembre de 1994.

Según consta, un juzgado de instrucción de Alicante instruyó el sumario, y posteriormente lo remitió a la Audiencia Provincial, quien en marzo de 1993 dictó la sentencia que D. Justo “corrigió” un año más tarde. ¡Qué pasó…!, pues pasó esto, según la primera sentencia judicial:

Un agente del Cuerpo Nacional de Policía, fuera de servicio, caminaba de madrugada por una vía pública de la ciudad antes referida. En un momento dado advirtió una serie de gritos y sonidos propios de quien está siendo violentado. Con ánimo de ayudar, como obliga su condición de funcionario de policía, localizó un vehículo estacionado en cuyo interior comprobó que se encontraban dos personas: varón el conductor y mujer la acompañante, siendo ésta quien emitía los sospechosos sollozos.

Así las cosas, el policía se acercó a la ventanilla de la acompañante y le preguntó a la mujer por su situación, manifestando esta que se encontraba bien, y que se marchara del lugar. Como quiera que el funcionario no tenía claro lo que estaba allí pasando…insistió varias veces. Tras esto, el conductor del vehículo, y novio de la mujer, descendió del coche blandiendo en una de sus manos una barra metálica (típica bloqueadora del volante, para evitar el robo del vehículo). Con claro ánimo de agresión, y mostrando un elevado estado de alteración —consta así en la sentencia de la Audiencia Provincial—, el sujeto se acercaba al policía, momento en el que éste, a viva voz, identifica su condición de POLICÍA. No consiguiendo con la identificación policial que el agresor depusiese su violenta actitud, el agente desenfunda una pistola ASTRA del calibre .22LR, de su propiedad, y efectúa un disparo al aire: el sujeto no se amedrenta, y prosigue hacia el agente blandiendo el instrumento que porta en la mano.

Alcanzados ya los dos metros de distancia entre ambas personas, y creyendo el funcionario que finalmente iba a ser agredido con la barra —riesgo potencialmente inminente—, efectúa un segundo disparo, pero ahora contra el torso de su atacante. El impacto alcanza el costado derecho y penetra en el hígado, deteniéndose cerca de las vértebras lumbares. El proyectil no abandonó el cuerpo. El disparo consiguió su fin: acabar con la amenaza real que suponía el violento armado con la barra. El tipo cayó al suelo, y fue asistido por el propio policía, quien además pidió apoyo, desde una cabina de teléfonos, a la Sala de 091. Tras meses de recuperación, quien recibió el disparo sobrevivió, y, según la sentencia, contrajo matrimonio con la chica que era su novia el día de autos…

Pues bien, con todo lo dicho antes, la Audiencia Provincial condenó al policía a una pena de prisión, inhabilitación y a otra pena menor. Homicidio en Grado de Frustración fue el tipo penal de cuya mano llegó la condena (no existe hoy la frustración tal como en aquel entonces). No conforme con el resultado del fallo, el policía condenado recurrió ante el TS.

Don Justo, el Magistrado de Tribunal Supremo, lo fue: fue justo cual Justiniano (padre del derecho Romano). El fallo final del Alto Tribunal consideró que había existido legítima defensa por parte del policía franco de servicio, y así se argumentó en la sentencia. El policía fue ABSUELTO.

Textualmente, dice la sentencia:
Consta en éstos que el agresor, presa de excitación, se dirigió rápidamente al hoy procesado (el policía) blandiendo amenazadoramente la barra de hierro de sujeción antirrobo del volante, en actitud de "franca agresión que podía poner en peligro su vida o su integridad física".

Asimismo, ni la repetida advertencia por el agredido de que era policía, ni la exhibición de su arma, ni un disparo al aire fueron suficientes para disuadir al agresor, que, por el contrario, siguió aproximándose en su mismo afán agresivo para subir a la acera en que se encontraba aquél, hallándose ya a menos de 2 metros.

Tal era la situación que el policía, retrocediendo, hizo su segundo disparo, y ya dirigido al cuerpo de su antagonista, produciendo la herida que ha motivado la condena por homicidio frustrado.

Así los hechos, para evaluar esa necesidad legal de racionalidad del medio defensivo empleado, hay que atender a los siguientes factores:

1º) Proporcionalidad de medios agresivos y defensivo. No existe, por principio, desproporción por el uso del arma de fuego frente a una barra rígida de hierro blandida decididamente por un hombre de 33 años, excitado y con afán agresivo.

2º) Agotamiento prudencial de acciones disuasivas posibles, como se desprende inequívocamente del relato (el agente dio el ALTO POLICÍA, mostró su arma e incluso disparó al aire).

3º) Necesidad residual consecuente de uso directo del arma para frenar al agresor, ante ineficacia patente de aquellos recursos (queda claro que los demás intentos no funcionaron).


4º) No exigibilidad del recurso a la fuga y menos aún al tratarse el agredido de un policía que ya había exteriorizado su condición de tal (a un policía NO se le puede exigir que huya para evitar disparar. Hizo lo que tenía que hacer por imperativo legal: actuar y no mirar a otro lado).

5º) Capacidad de reflexión o raciocinio para ponderar el uso más mesurado aconsejable del medio o arma con que cuenta el sujeto que se defiende. Este es el punto más delicado de calificar, porque el juzgador no puede plantearse la situación en términos de absoluta y fría objetividad, sino que tiene que procurar empatizar con el decidente en su propia situación objetiva: una emergencia, pero valorada subjetivamente desde su perspectiva y contando con escasos segundos para su opción.

Es sobre este factor sobre el que el juzgador de instancia (el juez que condenó en la Audiencia Provincial) se ha pronunciado en su sentencia, modélica por otra parte, por su extensa y excelente motivación, para afirmar que el acusado se excedió porque debió dirigir su puntería a un miembro (pierna o brazo) en vez de al tronco, porque al tirar al cuerpo tenía que admitir peligro letal para el agresor y hubiera bastado para detener su amenaza disparar a una pierna o brazo por ejemplo.

Nota de este autor: Qué iluso fue Su Señoría, pero la culpa no era de él. Alguien, quizás jefes de policía, le dijeron mil veces que ellos, los polis, son máquinas muy entrenadas y que nunca y impacto en una pierna acaba con una vida. ¡Ignorantes! En cualquier caso, ¿acaso un disparo dirigido a una pierna o brazo garantiza que allí se impacte…? NO, y mil veces no. Si eso fuese así de fácil, todos seríamos campeones olímpicos en tiro: solo hay que apuntar al “10” siempre…

Tal razonamiento no toma en cuenta la realidad de urgencia por peligro inminente para la propia integridad, ni las circunstancias de visibilidad (a las 03,30 horas de la madrugada de enero), de movimiento del blanco, de nerviosismo, de inseguridad de acertar sobre objetivos de limitadas dimensiones. La alternativa en caso de fallo, o insuficiencia del impacto, es la inevitabilidad del golpe del adversario.

Y todo eso no es racionalmente exigible al amenazado, como no es tampoco afirmable tan rotundamente que un policía tenga que estar en esas circunstancias tan seguro de su puntería, ni tan rápido en elegir su opción y pasar a la acción decidida con resultado a la vez eficaz y moderado. Tal vez sea mucho pedir al sometido a esa prueba por los ajenos a la situación concreta. No se reflexiona lo mismo en frío que en tensión y con el natural temor a sufrir la contundencia agresora en caso de error. Ni pueden valorarse los hechos dejándose llevar de consideraciones basadas en los resultados físicos o económicos ocasionados al sujeto agresor inicial.

En conclusión, dados los hechos recogidos en el relato probado, aparece justificada la necesidad de disparar para detener eficazmente la amenaza inminente y grave del agresor. Por ello, se aprecia la concurrencia de todos los requisitos para estimar la eximente completa de legítima defensa y, consecuentemente, del motivo.

Amigos, este juez no solo usó el derecho sino que usó también la lógica y el sentido común. Esta sentencia debería estar enmarcada y colgada en las galerías de tiro de los cuerpos policiales: YA ESTÁ BIEN DE METER MIEDO. Eso sí, lo que D. Justo ve tan claro —y de hecho lo es— puede demostrarse científicamente por médicos, y técnicamente por avezados instructores de tiro.

¡Invitemos a los jueces y fiscales a ver la verdad en nuestros campos de tiro¡ He dicho la verdad, no la que a los jefes y políticos quieren vender…