lunes, 14 de marzo de 2011

UNA NOCHE CUALQUIERA: le pasó a él por estar ahí…

Una noche cualquiera, en pleno mes de verano, un Policía salió a patrullar como hacía cada vez que le tocaba trabajar a su turno. Salió, como todos los días, con muchas ganas de ayudar dónde y cómo hiciera falta, y con el mismo ánimo de sorprender a los malhechores en plena actividad ilícita. No hacía ascos a ningún tipo de incidencia delictiva o humanitaria.

Ese compañero salía así de animado a trabajar todos los días, pese a saber de la inquina que algunos le tenían dentro del colectivo al que pertenecía, amen de la enemistad manifiesta de algún político con carta en el “servicio”. Muchas eran las zancadillas y trompicones que tenía que sortear, diariamente, desde que comenzó a trabajar en “la empresa”. Pese a eso, que no es poco, ese Policía siempre se mostraba presto a ayudar a todos y cada uno de los que mostraban abierta o encubiertamente esa animadversión. Esto último lo demostró siempre que se presentó la ocasión, y fuese quien fuese el que pidiera apoyo. ¡Él siempre estaba allí…!

Antes de tropezarse con nuevas sensaciones, estuvo toda la noche saboreando las mismas de cada día de trabajo: sentimiento de ayuda a la mayoría mientras “fastidiaba”, aplicando la Ley, a la minoría. Creía en lo que hacía, y para ayudar a unos tenía que reprender a otros. Ese es el juego, y es muy sencillo comprenderlo y asimilarlo. Aquella noche, durante las primeras horas del servicio, incautó pequeñas cantidades de sustancias estupefacientes prohibidas y también realizó alguna alcoholemia al conductor de algún vehículo; un arma prohibida también fue decomisada, y quedó retirada de la calle aquella noche. Ah, él no iba solo: le acompañaba el que, desde hacía algún tiempo, era casi binomio fijo de servicio.

Pasaban las horas de servicio y tocó ir a reponer energías. Cómo casi todos los compañeros, cuando trabajan por la noche, acudió a la gasolinera de siempre para tomar un café y algún bocado. Tras repostar, carretera y manta. Había cosas que hacer: siguió buscando infractores de todo género y clase.

Bien entrada la madrugada, ese animado Policía, pero acalorado por las altas temperaturas veraniegas, trató de hacer un servicio de lo más cotidiano y rutinario: trató de identificar al infractor de un precepto de tráfico. Pero lo que consiguió identificar fue una situación que hasta entonces le era desconocida, una situación para la que siempre se había preparado pero que siempre creyó que nunca conocería. ¡Esa noche conoció la soledad!, y no cualquier soledad sino la soledad con mayúsculas. Hablamos del a veces manido: “… O TÚ O YO…”. Aquella soledad era, a la par, silenciosa y ruidosa. Todo era nuevo y extraño. ¡Por Dios, qué está pasándome!. Fue algo nuevo y distinto, algo que pocos conocen, o que pocos pueden contar. Esa situación fatal es aquella para la que muchos creen estar preparados, pero cuyo extremo, por suerte para ellos y sus familias, casi nunca tendrán que verificar.

Esa SOLEDAD la sintió porque fue eso, una sensación; fue como si estuviera desnudo ante el mundo. Solo e indefenso. Nadie podía ayudarlo, era él y el mundo, y el mundo tenía forma de bicho negro que no paró de envestirlo una y otra vez. Durante algún tiempo –eterno y rápido-, escasos segundos en realidad, no pudo hacer nada para defenderse. Seguía sintiéndose observado y desprotegido mientras el monstruo trataba de eliminarlo. Para ese compañero fue el peor momento de su vida. Todo duró muy poco tiempo, pero ocurrió de todo. No tuvo tiempo de pensar en nada, pero por su mente, como si de una pantalla de cine se tratara, pasaron infinitos capítulos de su vida.

Esa madrugada se topó con una bestia corneadora. Ese compañero, gracias a Dios y a varios factores más, sorteó varias cornadas, si bien una de ellas le dejó huella en el alma, en la mente y en alguna parte de su anatomía. Esa noche cambió su vida. Vive, desde entonces, en una extraña línea: el antes y el después.

Esa noche trajo consigo, a ese compañero, un montón de datos e información relativa a la amistad, al compañerismo y la profesionalidad. Claras conclusiones fueron obtenidas por ese Policía. Durante meses ordenó y clasificó todo aquello que, a modo de “datos”, le iba llegando por diversas fuentes. El odio y la envidia no tienen límites en la especie humana. Aunque parezca mentira, algunos de los que se visten de policía, y que además cobran por ello, jalearon a la bestia que trató de quitar la vida a un compañero de la Policía. Algunos incluso se lamentaron de que ese Policía hubiera sabido, o podido, capear a su atacante. Algunos de esos, quizás todos, jamás vieron a un toro ni desde la barrera y por eso les resultó muy fácil sentirse más cercanos al bicho que al Policía.

Aquel compañero que durante tan breve espacio tiempo, pero a la vez tan eterno instante, se sintió abandonado, ha vuelto otra vez a la plaza. ¡Ah!, y cuidado, porque ha saltado al ruedo con el mismo ánimo y fuerza que aquella noche cualquiera en la que, como siempre, trató de cumplir con la que es para él una misión sagrada que pocos comprenden y respetan.

Lo más duro de todo lo descubierto y vivido, tras los primeros meses de recuperación física, no fue el dolor de las heridas, tampoco fue el agotamiento de las jornadas de fisioterapia; no fue, ni tan siquiera, el recuerdo de la primera semana alejado de su familia cuando aún permanecía hospitalizado. Lo más doloroso fue descubrir el olvido, el desprecio y la falta de respeto que mostraron algunos compañeros que, hasta aquella noche cualquiera de verano, parecían amigos. Como poco eran de los “buenos”. Algunos de esos siempre se mostraron cercanos y habían compartido años de servicio mano a mano, noche a noche y palo a palo. Incluso alguno le llamaba hermano. Todo es mentira, como la de los jefes y los políticos. Él, en el fondo, sabía quienes serían los que siempre iban a estar ahí. No se equivocó, esos estuvieron aquel día y los siguientes.

Ese olvido se presentó en forma de ausencia de llamadas, de nulas visitas y de desinterés por el estado de salud físico y mental. En definitiva, ausencia de respeto a un compañero del que había pruebas sobradas de que, llegado el caso, hubiera dado todo por ellos, por todo y por todos. El Policía tenía heridas en su cuerpo, pero también en su alma.

Él cree, a día de hoy, que existió desconfianza y recelo por parte de algunos de esos ausentes. Algunos de esos olvidadizos compañeros quizás pensaron que ese Policía, al igual que ellos pudieron haber hecho en alguna ocasión, había obrado con trampas. Otros directamente así quisieron elucubrarlo, creerlo y difundirlo con maldad. ¿Mezcla de odio personal o ignorancia supina?, seguramente, grandes dosis de ambos conceptos se conjugaron para dar pábulo negativo. Los que tendieron a pensar en sucias teorías, no recordaron que su olvidado y despreciado compañero siempre les recomendó no hacer trampas nunca. ¡Cree el ladrón que los demás son de su condición…! Cuando las cosas se hacen bien no requieren de remiendos.

¡Cómo pasa el tiempo!

Fueron pasando los días, los meses e incluso los años, y lejos de ver las cosas de otro color, el ambiente profesional que rodea a ese Policía siguió tornándose cada vez más gris. Mentiras, odios y envidias emanadas de las inseguridades que fluyen de las incapacidades de muchos, son los culpables de esas grises tonalidades. Creer en las mentiras, sobre todo si son escabrosas, es muy fácil para el ser humano, más aún lo es cuando se está dispuesto a creer en contra de un semejante. Es más fácil destruir que construir, y es más cómodo ser cobarde que valiente. Si ser honesto fuera fácil y cómodo…no habría tanto trepa, tanto despropósito y tanta falsedad.

Él.
:) :( ;) :P :D :/ :x :* :O :S :| B) :w :a :)) :(( O:) 7:) 7:P X( (:| =)) I-) 2:P =DD X_X :!! :q ^_^ :ar!

22 comentarios:

Anonymous dijo...

Dicen que el concepto de venganza de los árabes es: Sentarse a la puerta de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo.
Aquí el necio, el incapaz, el falso que te pone buena cara por delante, están siempre sentados a su puerta esperando.
Si no eres de la cuerda de la mayoría, en su fuero interno piensan que les haces daño y por eso eres su enemigo, piensan que lo que tú haces es por hacerles la puñeta, por darte importancia, nunca pensaran que eres así sin dobleces. Y por todo eso si te pasa algo tú te lo has buscado podías evitarlo mirando para otro lado así que te jodes. Un saludo Él. José MORENO .

Ernesto Pérez Vera dijo...

Cómo siempre, buen comentario.

Gracias.

Doctor Serpiente dijo...

Pedazo de relato, dile al autor "El" que estoy con él al 220%, no describe más que la verdad que no es otra que la soledad de las personas que somos así. En mi trabajo ya algunos me han advertido que voy a estar sólo cuando tenga un problema, lo que ellos no saben es que YO no los quiero a mi lado!!!
También he odio por bocas de supuestos "maestros" del mundo policial que si el autor "EL" era tan sabelotodo, tendría que haber solucionado el problema que se le presentó.......claro con el tiempo descubro que el "maestro" con un currículum extensísimo siempre está a unos 15 metros de la barrera, es decir, ni las ve venir (ayyyy esos 250 gramos!!!).
En fin, Ernesto hazme un favor preguntale a EL si puedo publicar el articulo en mi web.
Un abrazo y a por ellos que son muchos pero cobardes!!

Ernesto Pérez Vera dijo...

Estimado amigo Dr. Serpiente: hablaré con la persona que me ha mandado el texto, y con lo que me dida, te diré sobre la publicación en otra web.

Ese que cree que la víctima del relato debió, por ser un "sabelotodo", solucionar el problema, ESTÁ EQUIVOCADO. Conozco al autor y el suceso, y fue solucionado, y tanto que lo fue. Ese que critica a "él", es un cobarde en toda regla que, como ya has dicho tú, siempre a 15 ó 200 metros de donde están produciéndose las incidencias violentas y riesgosas. Gracias.

mustelus dijo...

Esas experiencias de SOLEDAD, de sentirte abandonado y a la vez atacado por la falta de aprecio son duras y marcan y marcan un antes y un después. Parte de la dureza de la situación viene dada al sacar la conclusión de que la vida del "antes" ha sido como vivir una mentira... si se supera la etapa, el después es magnífico, todo está más claro, te sientes más seguro y capaz ... en el camino hasta llegar al "después" se matan muchos miedos.

Un relato abstracto que dice mucho.

Mc dijo...

Hola.

Ernesto, gran relato, una prueba más de la condición humana y de la envidia y recelo que provoca en los incompetentes que la persona que tienen al lado sea mejor profesional que los negados.

Un fuerte abrazo.

Ernesto Pérez Vera dijo...

Gracias por tu comentario Mc, espero que el autor, en algún momento, pueda leerlo. Gracias.

traiti dijo...

Hola amigo Ernesto,como escarpias se me han puesto los pelos,chico como escarpias,el relato es espeluznante,trasladale al autor mi mas sentida enhorabuena por el relato,por ser tan buen profesional,como se puede discernir de este ralato y por no dejar que ese bicho negro como la noche sin luna no le diese la cornada mortal,junto a ti ya sois dos policias que admiro con orgullo y satisfaccion,trasladale mi total e incondicional apoyo,si la mayoria de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado fuesen como "EL" y tu,los malos saldrian de este nuestro Pais aunque fuese a nado.

Un Saludo y Buen Servicio.


TRAITI.

Ernesto Pérez Vera dijo...

Gracias Traiti. Si algún día llego a conocer al autor, le diré muchas cosas, y todas a la cara...

mustelus dijo...

Sabes bien que no soy el autor. Hay mucho bicho negro, de muchos tipos, y nunca sabes donde, ni cuando ni de que forma te puede tocar.

Un abrazo!

Ernesto Pérez Vera dijo...

Gracias Mustelus.

Sacros dijo...

Magnífico. Me ha impresionado lo bien que se ha descrito la sensación. Me quedo especialmente con:
"Todo es mentira, como la de los jefes y los políticos. Él, en el fondo, sabía quienes serían los que siempre iban a estar ahí. No se equivocó, esos estuvieron aquel día y los siguientes."

Ernesto Pérez Vera dijo...

Gracias Sacros: me alegra que te haya gustado la elección que hice para esta semana. No sé si es un relato, un artículo, o qué es. La cosa es que ha gustado.

Anonymous dijo...

"Él" es un ejemplo de integridad y compromiso para todos.
Sigue siendo un modelo para mí.
Nono.

Ernesto Pérez Vera dijo...

Nono: GRACIAS POR SEGUIR PASANDO POR ÉSTE ESPACIO. Nos vemos.

Anonymous dijo...

telegráfico: Compañero recibe un disparo en un atraco en Vallecas.Se presupone que ha sido un grapo.Todo se llena de jerifaltes y politicos. Se averigua que no, que ha sido un delincuente comun. Aparece la SOLEDAD y el OLVIDO.

Ernesto Pérez Vera dijo...

Hola amigo: ¿cuando fue ese incidente del "Grapo"...?

Anonymous dijo...

Te contesto por em.

JOSMA dijo...

Buenas a todos. Lo que le paso a Él, pasó, pasa, y seguirá pasando mientras los que nos enfundamos el uniforme, lo hagamos por y para el prójimo. Surge a menudo la eterna pregunta de si existe la “verdadera vocación”, y si un voluntario, sea de la índole que sea, un/una sacerdote, médico, bombero, policía… puede actuar de tal modo, es que la respuesta es, sin lugar a duda, que SÍ.
¿Por qué? Porque el que hace las cosas “sin pensar”, sin miedo al que dirán, prevaleciendo el corazón a la razón (pero con cierta mesura) pensando en el bien al prójimo anteponiéndolo al suyo, y sobre todo, porque el que está dentro, lo está por iniciativa propia, y lo peor que uno puede hacer en esta vida, es ir a trabajar como el que va al cine… a ver que pasa, y que corra el tiempo.
Como muy bien dice el Dr. Serpiente, yo no sólo no los querría a mi lado, si no que los querría fuera del cuerpo, pues eso somos, un CUERPO, y a la vista de los ajenos a la plantilla, no se trata de que “Fulanito” es un mal policía, o “Menganito” es el mejor. No, la gente siempre dice: “La policía no hizo nada, la policía no vino cuando les llamé, la policía no me supo aconsejar bien, la policía me trato con desprecio, la policía me pego,…”
Como casi siempre, me gusta recurrir al refranero español, tan sabio, tan amplio y tan acertado, y pese a que hay muchos que se podrían aplicar, citaré sólo dos:
*Ande yo caliente, ríase la gente – Pues si ha podido contar su historia ha sido gracias a su preparación, sistema de trabajo y mentalización de lo que es trabajar en esto.
* Los disgustos hay que darlos, no tomarlos – Ya se que no es un refrán, más bien una reflexión, pero es así, pues de no hacerlo, se nos vendría el mundo encima todas las noches.
Un saludo a todos, y un abrazo para Él, para que sepa que no está solo, y que mis humildes palabras le sirvan de apoyo, allá donde esté.
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“Ante ferit quam flamma micet”
“Hiere antes de qur prenda la llama”

Ernesto Pérez Vera dijo...

Josma: muchas gracias por tus palabras. Espero que "él" lea tus palabras.

Santiago Cierra dijo...

Me llamo Santiago Cierra, y al leer éste relato me he sentido trasportado unos años atrás, cuando conocí a una gran persona y mejor profesional, lo veo poco, ya que estamos de punta a punta en ésta piel de toro, pero siempre es grato saber de él. Un abrazo Ernesto.

Ernesto Pérez Vera dijo...

Hola Santi Cierra: gracias por recordar "aquello" y a mí. Otro abrazo.

Ernesto.

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