Por: Ernesto Pérez VeraLas pistolas semiautomáticas, o sea las que disparan tiro a tiro o a cada a

cción ejercida sobre el disparador y siempre que sigan manteniendo munición en el cargador, suelen poseer dos tipos de seguros: manuales y automáticos, también denominados externos e internos respectivamente. En muchos modelos de pistolas, tanto actuales como en modelos algo trasnochados, coexisten ambos sistemas, pero en otros solo uno de ellos.
Los sistemas de seguridad de las pistolas, y del resto de armas, se componen de mecanismos que actúan de tal modo sobre el sistema de disparo o percusión, que permiten o impiden la activación final y definitiva de los referidos sistemas de “fuego”. En los seguros manuales, como su nombre indica, será el tirador quien, voluntariamente, activará el seguro “a golpe de dedo”. Sin embargo en los seguros automáticos NO interviene, de modo directo y personal, el usuario del arma, sino que serán los mecanismos autónomos del arma los que desactivarán el seguro. Esto ocurrirá, como norma general, tras ejercer el operario la presión adecuada sobre el disparador, el cual realizará el recorrido justo y exacto para que se desactive el seguro automático.
Seguros de activación manual
Los seguros manuales son activados, normalmente, por el dedo pulgar del operador del arma. Si el tirador ha sido debidamente instruido usará el pulgar de la mano fuerte, es decir, la mano que empuña el arma y con la que es hábil tirador. Cada día existen más modelos de armas que proporcionan aletas o palancas de seguro ambidextras; pero también es verdad que se fabrican muchos modelos que permiten permuta

r, de un modo bastante rápido, la localización de la palanca. Por necesidad del usuario, la aleta podrá pasar del lado izquierdo al derecho del arma: así se cubren las necesidades de los tiradores diestros y zurdos. Ni que decir tiene que los armazones de estas armas —donde van instaladas las aletas de seguros— han sido diseñados y fabricados para permitir esos cambios “universales”.
El seguro manual actúa, generalmente, bloqueando el canal por donde discurre la aguja percutora hacia el grano de fogón (lugar por donde asoma la aguja para percutir o impactar sobre el culote del cartucho alojado en la recámara), u ocultando o desplazando la aguja percutora, o alguna de sus partes. Existen agujas segmentadas en dos partes, siendo una de esas partes la que se oculta o desvía al ser accionada la aleta o palanca del seguro manual. También existen seguros exteriores que actúan sobre el sistema de disparo (disparador o gatillo) y no sobre la aguja percutora. Esto sucederá, como norma general, si la aleta de seguro está instalada en el armazón o en la corredera del arma.
Sistemas de seguridad autónomos…
Entre los seguros automáticos encontramos varios tipos: seguro automátic

o de aguja, seguro de empuñadura, seguro de cargador, seguro de caída de martillo y seguro de acerrojamiento incompleto.
Al hablar de seguro automático se hace referencia, casi siempre,
al que actúa directamente sobre la aguja percutora, este es el seguro automático por antonomasia. Este tipo de mecanismos está presente en la totalidad de las pistolas modernas. Los mecanismos de este tipo de seguro se encuentran establecidos en el interior de la corredera, de ahí que también se les llame seguros internos.
El seguro automático siempre está activado, o sea que la aguja percutora siempre está bloqueada en su canal. Se desactiva cuando el disparador ha recorrido un considerable tramo del espacio que debe recorrer, para liberar el mecanismo de disparo.
Seguro de empuñadura es aquel que impide el disparo aún accionado el disparador —con recámara alimentada, lógicamente—, si acaso la empuñadura no se encontrara completamente asida por la mano del tirador. El hacer un completo y correcto asimiento de la empuñadura implicará, a la par, el agarre y desactivación de ese seguro. Generalmente se compone externamente de una tecla localizada en el “cuello” de la empuñadura: la “rabera”.
Existe un sistema similar, y muy poco usado, que se ha hecho famoso por la firma alemana Heckler und Koch (HK), la cual lo usó, en su día, en el modelo P7. Me refiero a un sistema de “seguro de empuñadura” que se ubica en la parte delantera de la empuñadura, y no atrás como en las clásicas y míticas Colt 1911 y sus “réplicas”. En el caso de la HK-P7, y su saga, la presión de la tecla activa los mecanismos de disparos, en vez de desactivar los de seguro.
El
seguro automático de cargador es aquel que impide el uso del sistema de disparo del arma, incluso cuando la recámara está alimentada. Con este sistema de seguridad, si el cargador no está alojado en su brocal, o estando este alojado no lo está de modo completo, el arma no podrá abrir fuego, incluso, como se dijo antes, aún teniendo la recámara alimentada con un cartucho. Los fabricantes de armas equipadas con este tipo de seguro (sobre todo Smith and Wesson), defendían que, si un agente de Policía estaba a punto de perder

su arma en un forcejeo, simplemente liberando el cargador dejaría el arma inutilizada aunque albergara un cartucho en la recámara, evitando así ser asesinado con su propia pistola.
El
sistema de caída de martillo es un sistema de seguridad que impide el disparo del cartucho alojado en la recámara, cuando cae el arma al suelo, incluso recibiendo un golpe directo el martillo, y estando este en posición de “montado” o abatido. Esto es posible, generalmente, gracias a un sistema de dientes ubicados en base interna del martillo. Esos dientes impiden que el martillo acabe tocando la cola del percutor. Otro método es el que también usan algunos revólveres: la interposición de masas, o sea, una pequeña pieza que impide que el martillo toque la aguja percutora, hasta tanto en cuanto el disparador no esté oprimido de modo completo y correcto.
Mecanismos de seguridad de
cierre incompleto. Este sistema de seguridad im

pide que la pistola produzca el disparo si la corredera no está completamente obturada sobre el armazón. A veces se produce, durante la secuencia de disparo, el incompleto acerrojamiento del arma, siendo muchas veces responsabilidad de la calidad o cantidad de la pólvora que posee el cartucho (carga de proyección). Otras veces el incompleto cierre lo produce el tirador que sostiene el arma de forma débil, durante la secuencia de tiro.
En ocasiones, incluso antes de abrir fuego, se activa de modo automático este sistema. Esto ocurrirá por culpa directa de operario, el cual puede que por acompañar la corredera en su recorrido de cierre, impedirá el correcto y completo “sellado de mecanismos”. Por ello los instructores insisten en que se deje avanzar la corredera por su propia inercia.
También el exceso de suciedad en el arma puede provocar que el cierre no se produzca completamente.
Normalmente, este seguro impide que el arma dispare si la corredera no está totalmente cerrada, no obstante los modelos iniciales de Glock sufrieron multitud de accidentes por acerrojamientos incompletos, en los que parte de la presión del disparo se liberaba por la ventana de expulsión con resultados catastróficos para el arma (y en ocasiones para el tirador).
Algunos profesores consideran que el
sistema automático de desamartillado, que muchas pistolas modernas poseen, debe ser considerado un me

canismo de seguridad a estudiar dentro del apartado de los seguros automáticos. Otros no lo creen así —este autor entre ellos—. Pero es indudable que el empleo acertado de estos mecanismos aporta mayor nivel de seguridad en el usuario del arma, y en su entorno, más aún en situaciones de estrés real durante un enfrentamiento, o después de este.
También hay quien sostiene que el
sistema indicador de cartucho en recámara es un sistema de seguro a estudiar dentro de los llamados seguros automáticos. Otros instructores, como en el caso anterior, no opinan igual. Nuevamente hay que decirlo: un mecanismo o sistema que aporte más seguridad debe ser recibido, casi siempre, con buenos ojos. Pero no es un sistema real de seguridad, más bien de información para aportar seguridad: seguridad subjetiva al usuario.
Hagamos una escueta y especial mención al sistema de disparador de la armas de la saga Glock, si bien otras marcas han emulado el sistema. Nos referimos a esa “media luna” que existe en el disparador —gatillo— de estas armas. Esa “media luna”, de no ser totalmente presionada a la par que el resto del cuerpo del disparador, no producirá el disparo. Así pues: una acción sobre el disparador, que no alcance a esa “media luna”, no hará posible el “fuego”. La firma austriaca Glock ha hecho famoso el sistema
SAFE ACTION: sus mecanismos de disparos son de “semi doble acción”. Este tema podría requerir de un artículo monográfico.
Consideraciones de operatividad práctica de los seguros
Desde el punto de vista práctico y táctico, el uso de los seguros manuales en armas de seguridad o defensa no debería existir. Veamos. De un arma destinada a la segurid

ad precisamos, siempre, que esté presta para su inmediato uso. Ergo, ¡para que tener seguros manuales¡
Los más reconocidos y avanzados instructores consideran que el arma debe estar siempre lista para su uso —referencia a las armas de seguridad y defensa—, así pues, esas aletas de seguro, existentes en correderas o armazones, pueden ser activadas de modo involuntario en el peor instante. No es descabellado: en casi todos los entrenamientos se producen situaciones de desenfunde rápido que provocan, por mor de los nervios, activaciones involuntarias de los mecanismos de seguridad del arma. Ese percance puede ser letal si se produce en el curso de un enfrentamiento real. Esto puede ocurrir cuando se desenfunda y se empuña el arma con estrés. Pero sobre todo se conocen muchos casos en los que, de modo involuntario, se activó el seguro de aleta al tratar de montar el arma, para alimentar la recámara.
Esto es muy frecuente que ocurra en situación de estrés máximo, más aún cuando la aleta de seguro va instalada en la corredera de la pistola. Aunque puede ocurrir con cualquier arma que tenga seguro exterior, en los últimos años se oyen muchas quejas entre los usuarios de las pistolas Berettas mod. 92 (y en tiempos, y no tan pasados, pasados por los usuarios de las Star 28/30). Por cierto, la Guardia Civil tiene ese arma en servicio. Esta incidencia se puede reducir, y casi anular, si el arma se porta siempre con la recámara alimentada: condición de porte 2
Si los dese

nfundes se realizan desde fundas ocultas bajo las ropas, y se efectúan en ciertas condiciones de estrés, el “incidente” está servido en tantos por cientos muy elevados. El tema se está tratando, como es lógico, sólo en los supuestos de armas profesionales para el empleo en agentes de seguridad, o para particulares que emplean armas cortas amparadas bajo la oportuna licencia de seguridad (Tipo B). En armas deportivas no debe existir pega alguna sobre el acertado empleo de estos seguros, pero por no ser ese el tema del artículo, no será valorado.
Con los eficaces seguros automáticos que hoy montan las pistolas modernas, y con la adecuada mentalización y formación —todo ello debe ir conjugado—, la necesidad del seguro manual NO existe. El problema es que no existe esa adecuada formación en la materia. Dado que no existe esa adecuada formación, los profesionales precisan, “psicológicamente”, de la presencia de seguros manuales en sus armas, incluso cuando no saben sacarles todo el partido. La inadecuada formación de la que es poseedor y sabedor el agente medio, le obliga mentalmente a necesitar de un seguro de activación a su antojo: seguridad subjetiva.
Existen otros supuestos de activación manual del seguro, y esta vez de activación voluntaria. En los entrenamientos vemos, con cierta frecuencia, como algunos agentes que nunca usan el seguro —también los que lo usan de modo habitual—, lo activan durante una explicación del instructor, y después, tras la explicación, no recuerdan que el mecanismo sigue activado. Así pues, cuando se reanuda el ejercicio y se recibe la orden o el estímulo de “fuego”, desenfunda, encara el arma y no sale el disparo. ¡Se olvidó desactivar el seguro!
Esto pasa también en situaciones reales, y se conocen casos. Ante un enfrentamiento real tendríamos, seguramente, una baja en nuestras filas. En el mejor de los casos no se hubiera podido responder eficazmente al agresor. Insisto, esto pasa no solo en los entrenamientos, pasa también en la vida real.
Sin ir muy lejos en el tiempo:
en diciembre de 2009, en una ciudad andaluza, agentes policiales abatieron a un hombre que minutos antes, con una escopeta, trató de matar a su familia. Los agentes, tras una persecución por varias calles de la ciudad, consiguieron acorralar al
homicida. El sujeto, escopeta en mano y desde el interior del vehículo que conducía, según parece dirigió su arma contra los agentes. Ambos policías desenfundaron y dirigieron sus pistolas hacia el hostil armado. Uno de los agentes, el más próximo al “riesgo”, apretó varias veces su disparador tras haber alimentado la recámara, pero el arma no disparó: olvidó desactivar el seguro manual de su pistola. Fue gravemente herido por impacto de un cartucho de caza. Finalmente el otro funcionario acabó con la vida del “escopetero”.
Seamos serios, sinceros y honestos. Los revólveres se siguen usando en nuestra profesión, sobre todo se siguen empleando en horarios de no servicio, en fin, como armas particulares. Se emplean también, con bastante frecuencia, a nivel privado por los particulares poseedores de la Licencia B —licencia de armas para defensa de particulares—. No digamos ya en el sector privado de la seguridad, donde el revólver de cuatro pulgadas de cañón es reglamentario, por norma estatal, para dotar a los miles de Vigilantes de Seguridad que prestan servicios con armas. ¿Y pasa algo? ¡No, no pasa nada¡ no estamos todos los días oyendo que se producen disparos accidentales que salgan de revólveres, ¿verdad que no? Pues bien, los revólveres carecen de seguros manuales, y además, para más refuerzo de esta teoría, no poseen una recámara alimentada —caso de las pistolas—, sino que poseen varias recámaras alimentadas. Los revólveres de seguridad poseen, como mínimo, cinco cartuchos de capacidad, pero pueden llegar hasta las nueve recámaras en determinados modelos y calibres.
Entre los equipos o unidades esp

eciales y tácticas vemos que las pistolas más extendidas son: Sig Sauer y Glock, amen de otras. Pues bien, ni las germano-suizas SIG ni las austriacas GLOCK poseen seguros manuales de serie. Todos sus modelos policiales, y de seguridad, poseen seguros automáticos de modo exclusivo.
En nuestro país se usan armas reglamentarias de esas dos marcas, y me refiero no solo nivel de unidades especiales como el Grupo Especial de Operaciones del Cuerpo Nacional de Policía (G.E.O.), que emplea la Sig Sauer 226, o la Glock 17 que, desde hace más de 20 años, se usa en la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil (U.E.I.). Muchos cuerpos de Policía Local adquieren, como dotación para sus agentes, armas como las referidas anteriormente. La realidad es que se conocen más casos de accidentes con armas dotadas de seguros manuales, que con esas armas carentes de ellos. En cualquier caso siempre son responsabilidad del usuario: mal uso del arma.
Otras son las marcas que poseen en catálogo modelos de pistolas que carecen de seguros manuales, si bien, esos modelos NO son de uso generalizado en unidades tácticas en España, al menos a día hoy. Sin embargo, esos mismos modelos sí son muy empleados en unidades convencionales. Una de esas armas es la Walter P-99.
En este tema, como en otros de los estudiados profesionalmente, debe insistirse en la fisiología humana ante el estrés: cuando una persona —tenga el nivel formativo que tenga— entra en la dinámica de un enfrentamiento armado real, y percibe un riesgo grave contra sí, experimenta una serie de cambios físicos y psíquicos automáticos. Esos cambios siempre harán perder capacidades cognitivas y físicas.
Con más rapidez perderá habilidades quien menos entrenamiento mental y técnico/táctico posea. Cuando se pierden las habilidades motoras finas —las primeras que un humano pierde—, se pierde capacidad dactilar para, por ejemplo: desactivar seguros manuales o abrir fundas o realizar cambios de cargadores. Pero cuando se pierden las habilidades

motoras complejas se pierde capacidad cognitiva: esto es discernir. Así pues, aún sabiéndose que se tiene activado el seguro exterior, puede que no se llegue a recordar durante el encuentro armado.
Para concluir
Considera el autor del artículo: si los usuarios profesionales de las armas cortas de este país tuvieran una correcta y adecuada formación, sería innecesario que los Cuerpos o Unidades precisaran incluir en sus pliegos de condiciones, a la hora de evaluar armas para concursos de adquisición, la necesidad, casi siempre imperiosamente presente, de presentar seguros manuales.
De todos modos hay que admitir algo: preparar correctamente en tiro policial a varios cientos de miles de profesionales, es una tarea imposible con la actual mentalización —aunque sería muy deseable y necesario—. Al decir anteriormente que es tarea imposible, se hace referencia al NO compromiso de la Administración. Si ella quisiera —la Administración— todo sería posible. Para ello hay que invertir algo más de dinero, pero sobre todo hay que cambiar mentalidades y conceptos. Quizás por ello solo en unidades donde sus miembros poseen una exquisita formación en el empleo de las armas, no se exige en los concursos de adquisición que las armas posean necesariamente seguros manuales. Claro ejemplo era el de antes: el G.E.O. y la U.E.I.
La Administración, a través de sus responsables técnicos profesionales, conoce la verdad: sabe que no podrá proporcionar una real y adecuada formación de tiro al cien por cien de sus funcionarios. Esto es algo que no se admite, es más, será algo que se negará en público. Este es el motivo por el que en los pliegos de condiciones de los concursos de adquisición de armas, está presente, siempre, la exigencia obligada de seguros manuales. En otros casos los técnicos no habrán valorado otras opciones o posibilidades mecánicas, y propondrán, per se, la adquisición de armas poco acertadas.
Tal cual es el entrenamiento de la mayoría de los que nos rodean, es preferible que el grueso de los funcionarios policiales posea armas con seguros manuales. Eso les otorgará cierta seguridad subjetiva, y por ende, hasta cierto punto y en cierto m

odo, evitará más accidentes… ¡O no! Cómo en todos los campos, existen casos de agentes muy instruidos, incluso en unidades donde la formación es escasa o nula. Esos, los realmente formados, habrán conseguido casi siempre la formación de calidad en el mercado privada. Algunos se instruyen muy adecuadamente de modo totalmente autodidacta.
Desde el mismo punto de vista que hasta el momento se están viendo estos asuntos, o sea el operativo: se desaconseja el uso de armas dotadas de mecanismos de seguro de cargador, así como las que posean seguro de empuñadura. En el caso primero sería un contrasentido enfrentarse a un agresor portando un cartucho en la recámara, y ante la necesidad de cambiar de cargador —cambio de cargador pro-activo—, e iniciada esa acción se necesitara hacer fuego inmediato empelando tal cartucho de la recámara: no sería posible hasta acabar de introducir totalmente el cargador. Otro supuesto sería que habiéndose perdido el cargador del arma, tras forcejeo, caída, salto, trepa, etc., no se podría hacer uso de ese cartucho que se lleva en la recámara. Lógicamente, si se porta al cinto otro, u otros cargadores, se podría hacer una nueva introducción, ¿Pero se dispondrá de tiempo y habilidad e una situación de extrema necesidad…?
En el caso segundo, igual, otro contrasentido. Si estando herido en la mano o en el brazo que empuña el arma, o incluso debilitado por otras lesiones (aturdido por golpe en la cabeza), no se podría asir correctamente la empuñadura del arma. En tal caso, no se podrá desactivar el seguro de empuñadura. Por cierto, para desactivar ese seguro se requiere de un casi perfecto agarre de la empuñadura. En ese supuesto no se podría abrir fuego con la sola presión del disparador, aunque se porte un cartucho preparado en la recámara.■